RIMA XI de Bécquer
Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas? –No es a ti; no.
Mi frente es pálida, mis trenzas de
oro;
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas? –No; no es a ti.
1.- Valor estilístico de los adjetivos.
En esta Rima de Bécquer, de tema amoroso,
el yo poético mantiene un diálogo con dos mujeres imaginarias, pero
perfectamente reconocibles por cualquier lector. La primera, morena, y la segunda
rubia, simbolizan los tópicos literarios tradicionales.
Dada la extensión de los dos cuartetos, en
los que encontramos cuatro adjetivos y tres sintagmas preposicionales con valor
de adjetivo, podemos decir que no abundan en exceso, pero la presencia de
adjetivos le otorga al texto subjetividad
y expresividad.
La función predominante del adjetivo es la
de atributo, con lo que el poeta da mayor importancia a lo nominal, a lo
sustantivo o esencial que a lo accesorio. El verbo copulativo une al sujeto con
el atributo y está desemantizado. (yo soy
ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo…, mi alma está llena, mi frente es
pálida.) Hay una omisión del verbo ser en el v-5, en el que el SPrep tiene
valor de adjetivo: mis trenzas (son) de
oro.
Los adjetivos calificativos con los que
indica la cualidad de ambas damas, son especificativos-descriptivos, aportan
notas objetivas observables por los lectores. En ambos casos están pospuestos
con lo que podemos señalar una intención intelectual y objetiva por parte del
autor. Esta contradicción aparente entre subjetividad-objetividad, se resuelve
con la utilización de los sintagmas preposicionales con valor de adjetivos, lo
cual le imprime al texto un carácter evocador, muy propio de la poesía, siempre
sugerente de Bécquer.
Los adjetivos
descriptivos son: ardiente, morena,
llena, pálida. Y los sintagmas preposicionales susceptibles de ser
interpretados como adjetivos: de la
pasión (pasional), de ansia (ansioso), de oro (aureas, rubias), de ternura
(tierno.)
El análisis de los adjetivos, todos
calificativos, y de los sintagmas preposicionales con valor de adjetivos,
demuestran, la condensación conceptual y el carácter evocador de la poesía de
Bécquer. No olvidemos que Bécquer “escribía cuando no sentía.”
VALOR
ESTILÍSTICO DE LOS VERBOS
No creo que exista el diablo
pero el Jaguar me hace dudar a veces. Él dice que no cree,
pero es mentira, pura pose. Se vio cuando le pegó a
Arróspide por hablar mal de Santa Rosa. “Mi madre era devota de
Santa Rosa y hablar mal de ella es como hablar mal de mi
madre”, pura pose. El diablo debe tener la cara del Jaguar, su misma
risa y además los cachos puntiagudos. Vienen a llevarse a Cava, dijo,
ya descubrieron todo. Y se puso a reír, mientras el Rulos y yo perdíamos
el habla y nos venían los muñecos.
(Fragmento de La ciudad y los
perros. M. Vargas Llosa)
Abunda el Sintagma verbal en este
fragmento (veinte formas) propio de la narración. Esta narración es un monólogo
con las características propias de esta forma narrativa (que se explicarán en
otro punto.)
Se
inicia el fragmento en presente, el personaje está pensando y se sitúa justo en
el momento en el que inicia sus reflexiones con lo que nos introduce en una
atmósfera de realidad (su realidad.) El primer verbo, creo, verbo
principal de la subordinada sustantiva, en modo indicativo, hace patente esa
intención; el verbo de la subordinada, complementa directamente a la principal
y, dada la significación del verbo creer (tiene que ver con la fe) está
en presente de subjuntivo, exista, modo apropiado para la hipótesis y la
subjetividad. También el presente de la coordinada adversativa, hace, está
en presente durativo, la duda –aludida en infinitivo con valor de sustantivo en
función de complemento directo (C.D.)- es algo que permanece en el personaje,
si bien inducido por otro: “me hace dudar”; el aspecto durativo, no
obstante, es modificado por la locución adverbial temporal a veces.
En
la segunda oración los presentes dice, cree, es, siguen siendo
durativos, y al igual que en la anterior son verbos estativos, pertenecen al
campo semántico del pensamiento, de la mente, del ser. El verbo dicendi propio
del estilo indirecto (“Él dice que no cree”) está utilizado aquí en
presente en lugar del pasado (dijo), hay por tanto un uso desplazado con la
intención de acercar sus recuerdos al presente. Hay una omisión del verbo ser,
propia del lenguaje coloquial utilizado en este monólogo, que se repetirá
nuevamente: (es) “pura pose”.
Los
perfectos simples de la siguiente oración (vio, pegó) son propios de la
narración, recuerda desde el momento presente hechos del pasado, ya
finalizados, y por ello el uso normal de este tiempo de aspecto perfectivo. El
infinitivo hablar, tiene valor de sustantivo en función de complemento
circunstancial de causa.
La
utilización del pretérito imperfecto en la oración en estilo indirecto libre (Mi
madre era...) contiene un cariz informativo, nos informa de la
muerte de la madre del Jaguar, lo que deducimos de la utilización del presente
gnómico (es) en la otra proposición coordinada; “hablar mal de ella es
como hablar mal de mi madre”, afirmación tajante con valor de
sentencia, en la que los infinitivos funcionan como sustantivos, el primero es
el sujeto de la oración y el segundo el atributo.
A continuación nos encontramos con
una perífrasis verbal modal, en presente durativo, aparentemente de obligación (debe
tener), no obstante con valor de probabilidad (debe de tener) algo
común en el español de América que formalmente no distingue sendas perífrasis,
si bien se deduce su valor por el contexto. Una omisión más de la perífrasis
aparece en la siguiente proposición (debe tener) “los cachos
puntiagudos”, propio del lenguaje coloquial, en la que compara al diablo
con el Jaguar.
De
manera desordenada, a golpe de pensamiento, propio del monólogo interno,
continúa la narración. La perífrasis aspectual ingresiva, que indica que la
acción está a punto de comenzar (vienen a llevarse) está en presente
actual porque reproduce el pensamiento de un personaje (estilo directo con el
verbo decir en perfecto simple.) Encontramos dos perfectos simples más, descubrieron,
se puso a reír) propios de la narración, acción terminada y aspecto
perfectivo, que combina con dos imperfectos descriptivos; éstos se apoyan en la
perífrasis incoativa (se puso a reír) porque la acción realizada en el
pasado se prolonga en el tiempo.
Al
ser sólo un fragmento, la acción se apoyará en lo sucesivo en las perfectos
simples propios de la narración.
TEXTO II
¿Es que sé
algo?, ¿es que creo
algo? ¿Es que esto que estoy aquí
contando ha pasado y ha pasado tal como lo cuento? ¿Es que pueden pasar estas cosas? ¿Es
que todo esto es más que un
sueño soñado dentro de otro
sueño? ¿Seré yo, Ángela
Carballino, hoy cincuentona, la única persona que en esta aldea se ve acometida de estos
pensamientos extraños para los demás? ¿Y estos, los otros, los que rodean, creen? ¿Qué es
eso de creer? Por lo menos, viven. Y ahora creen en san Manuel Bueno,
mártir, que sin esperar
inmortalidad les mantuvo en
la esperanza de ella.
Nos encontramos ante un monólogo, en
primera persona. La fórmula “Es que”
utilizada al inicio de las cuatro primeras frases interrogativas, es propia del
lenguaje coloquial, y tiene el valor de enfatizar lo que se va a decir después;
si la suprimimos no variará el contenido, aunque sí el matiz reiterativo que se
consigue con esos paralelismos. No hay que olvidar que en el monólogo, el
personaje se expresa a golpe de pensamiento, sin preocuparse de ordenar sus
ideas.
Abunda el sintagma verbal, ya que nos
encontramos ante una variante del texto narrativo (el monólogo.) El tiempo más
abundante en el fragmento es el presente
de indicativo, puesto que Ángela está recordando desde su momento presente. Es
un presente durativo ya que la acción se produce en el momento de las
reflexiones, pero también antes y después de ese momento. Es un
durativo-descriptivo (sé, creo, estoy contando, pueden pasar, es,
ve, rodean, creen, viven). La perífrasis verbal (estar+gerundio)
refuerza ese aspecto durativo que es el que predomina en el fragmento. También
hay un presente actual (la acción coincide con el momento en que se habla): cuento,
porque Ángela está recordando lo pasado; y precisamente aquí es donde aparece,
repetido, un pretérito perfecto compuesto (ha pasado), aquí tiene un uso
desplazado. Ángela se está refiriendo a un tiempo ya lejano (lo sabemos porque
hemos leído la obra), debería usar el pretérito perfecto simple, pero trata de
acercar ese pasado al momento presente; de ahí el uso del compuesto. El futuro seré,
tiene un valor de presente de incertidumbre,
Ángela se pregunta a sí misma en el momento presente, la utilización del
futuro le imprime un mayor matiz dubitativo. En cuanto a las formas no
personales, los dos infinitivos funcionan como sustantivos (de
creer, sin esperar) y el participio soñado tiene valor de
introductor de una proposición adjetiva, que complementa al sustantivo sueño. El último verbo en pretérito
perfecto simple, es el propio de la narración: mantuvo, y su función es
la de cierre de una serie de preguntas, en este caso, que se hace el personaje
del monólogo.
La
abundancia de verbos indica que es un texto narrativo y la del tiempo presente
que nos encontramos en uno de los
pocos momentos de la novela en los que
el tiempo interno es el presente, también los adverbios (aquí, hoy, ahora, son los adverbios de lugar que, junto a los
verbos nos ubican en el presente.) No
olvidemos, que en la mayor parte de la novela, Ángela habla del pasado.
TEXTO III
Y entonces,
serena y tranquilamente, a media voz, me contó
una historia que me sumergió
en un lago de tristeza. Cómo don Manuel le había
venido trabajando, sobre todo en aquellos paseos a las ruinas de la
vieja abadía cisterciense, para que no escandalizase,
para que diese buen
ejemplo, para que se incorporase a la vida religiosa
del pueblo, para que fingiese
creer si no creía, para que ocultase sus ideas al respecto,
mas sin intentar siquiera catequizarle,
convertirle de otra manera.
- Pero ¿es eso posible? –exclamó
consternada.
- ¡Y tan posible hermana, y tan
posible!
En este fragmento Lázaro le cuenta a su
hermana el secreto del sacerdote. Nos encontramos ante un texto narrativo, con
diálogo incluido, en el que abunda el sintagma verbal. Hay que destacar el predominio del pasado sobre los otros
tiempos verbales, lo que indica que la acción ya ha transcurrido; no obstante abundan los tiempos de aspecto imperfectivo,
es pasado pero la acción no ha terminado.
Procedamos al
análisis detallado. En primer lugar los de aspecto perfectivo, utilizados sin
usos desplazados:
- Tres pretéritos
perfectos simples, propios del texto narrativo: contó, me sumergió, exclamó.
- Pretérito
pluscuamperfecto de indicativo: había
venido trabajando, pero hay que matizar que al ser una perífrasis verbal
con gerundio, el aspecto resultante es imperfectivo por tener el gerundio un
valor durativo (la acción no ha terminado.)
El resto de las formas verbales son de
aspecto imperfectivo: un presente (es),
que nos sitúa en el momento presente del diálogo entre los dos hermanos; un
pretérito imperfecto de indicativo con valor de subjuntivo (si no creía = aunque no creyese) porque
se está tratando de hipótesis; Lázaro cuenta el momento en el que San Manuel
trata de convencerlo y de ahí el constante uso normal del subjuntivo: escandalizase, diese, incorporase, fingiese.
Hay que destacar que elige la segunda forma del pretérito imperfecto de
subjuntivo ( –se) de uso más culto
que la primera (-ra).
Finalmente nos encontramos con dos
infinitivos –que funcionan como verbos, los otros están sustantivados-, cuyo
aspecto es neutro, a los que añade enclíticamente dos pronombres: catequizarle, convertirle, lo cual se
corresponde con la intención de Unamuno de utilizar un lenguaje seco, antirretórico
y ausente de barroquismos.
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