TEXTO
BERNARDA
(A MAGDALENA, que inicia el llanto.) Chiss (Golpea con el bastón.
Salen todas. A las que se han ido.) ¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo
que habéis visto! ¡Ojalá tardéis muchos años en pasar el arco de mi puerta!
PONCIA
No tendrás queja ninguna. Ha venido todo el pueblo.
BERNARDA
Sí, para llenar mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas.
AMELIA
¡Madre, no hable usted así!
BERNARDA
Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río, pueblo de
pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté envenenada.
PONCIA
¡Cómo han puesto la solería!
BERNARDA
Igual que si hubiese pasado por ella una manada de cabras. (PONCIA limpia el
suelo). Niña, dame un abanico.
ADELA
Tome usted. (Le da un abanico redondo con flores rojas y verdes.)
BERNARDA
(Arrojando el abanico al suelo.) ¿Es éste el abanico que se le da a una
viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre.
MARTIRIO
Tome usted el mío.
BERNARDA
¿Y tú?
MARTIRIO
Yo no tengo calor.
BERNARDA
Pues busca otro, que te hará falta. ¡En ocho años que dure el luto no ha de
entrar en esta casa el viento de la calle! Haceros cuenta que hemos tapiado con
ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi
abuelo. Mientras, podéis empezar a bordaros el ajuar. En el arca tengo veinte
piezas de hilo con el que podréis cortar sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.
MAGDALENA
Lo mismo me da.
ADELA
(Agria.) Si no quieres bordarlas, irán sin bordados. Así las tuyas
lucirán más.
MAGDALENA
Ni las mías ni las vuestras. Sé que ya (yo) no me voy a casar. Prefiero llevar
sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala
oscura.
BERNARDA
Eso tiene ser mujer.
MAGDALENA
Malditas sean las mujeres.
BERNADA
Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y
aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que
nace con posibles.
(Sale ADELA.)
VOZ
¡Bernarda! ¡Déjame salir!
BERNARDA
(En voz alta.) ¡Dejadla ya!
(Sale
la CRIADA.)
CRIADA
Me ha costado mucho sujetarla. A pesar de sus ochenta años, tu madre es fuerte
como un roble.
BERNARDA
Tiene a quien parecérsele. Mi abuela fue igual.
CRIADA
Tuve durante el duelo que taparle varias veces la boca con un costal vacío
porque quería llamarte para que le dieras agua de fregar, siquiera para beber,
y carne de perro, que es lo que ella dice que le das.
MARTIRIO
¡Tiene mala intención!
BERNARDA
(A la CRIADA.) Déjala que se desahogue en el patio.
CRIADA
Ha sacado del cofre sus anillos y los pendientes de amatistas, se los ha puesto
y me ha dicho que se quiere casar.
(Las
HIJAS ríen.)
BERNARDA
Ve con ella y ten cuidado de que no se acerque al pozo.
CRIADA
No
tengas miedo que se tire.
BERNARDA
No es por eso. Pero desde aquel sitio las vecinas pueden verla desde su
ventana.
COMENTARIO CRÍTICO
[LOCALIZACIÓN] El fragmento se sitúa en el acto primero, es la
primera intervención de Bernarda con sus hijas. Las escenas que preceden al
texto que vamos a comentar son: el comienzo, con los rezos en casa de Bernarda
por el difunto, el diálogo entre la
Poncia, la criada y la mendiga, que sirve para caracterizar indirectamente
a Bernarda, y el de ésta con mujeres del pueblo, acompañada de las oraciones.
El lector posee, por lo tanto, suficientes datos sobre el personaje, aunque aún
no se han manifestado las tensiones y conflictos que se desarrollarán
posteriormente. En cuanto a las escenas que siguen al fragmento, hemos de
destacar el autoritarismo de Bernarda con Angustias, a la que golpea, y el diálogo
con la Poncia,
que le aconseja acerca de sus hijas.
El texto propuesto tiene importancia
dentro de la obra porque es donde vemos por primera vez el comportamiento de
Bernarda con sus hijas y su madre. El fragmento se sitúa dentro del acto primero,
como hemos señalado anteriormente. La obra se divide en tres actos, y por ello
respeta la estructura de las piezas clásicas. A su vez, dentro de cada acto, no
existe la división tradicional en escenas, lo que confiere unidad a la obra. Sí
podemos señalar que en cada acto la estructura suele ser la misma: un inicio en
donde no suelen aparecer tensiones dramáticas, sino que se caracteriza por el
tono relajado y escenas cotidianas. A continuación, la tensión va creciendo a
medida que se desarrolla el acto, hasta alcanzar el clímax o momento álgido de
los conflictos.
[TEMAS] En cuanto a los temas que se plantean, el
fragmento es representativo de los conflictos centrales de la obra. Así, cabe
destacar el luto riguroso impuesto por Bernarda a sus hijas, que se
relaciona con el contraste entre el principio de autoridad y el ansia de
libertad, entre la realidad y el deseo. En esta situación extrema,
los conflictos y las pasiones se agrandarán hasta la exasperación. El
catalizador de estas tensiones será Pepe el Romano, pretendiente de Angustias,
hija mayor y heredera, pero atraído por la juventud y belleza de Adela, la
menor, y amado a su vez por Martirio. Los ejemplos del luto impuesto por
Bernarda son constantes en este fragmento (“aprende a respetar el luto de tu
padre”, ¡en ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento
de la calle!”. La rígida moral que impera en la casa se ha transmitido de
generación en generación (“Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi
abuelo”).
En relación con este tema, cabe destacar las
diferencias entre hombres y mujeres en una sociedad tradicional,
como demuestran las intervenciones de Bernarda (“Eso tiene ser mujer”, “Hilo y
aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón”) y Magdalena (“Malditas
sean las mujeres”).
Otro tema del fragmento es la hipocresía y las
apariencias: Bernarda vive obsesionada por el qué dirán, y desprecia a la
gente que ha venido a su casa (“¡Andar a vuestras cuevas a criticar… ¡Ojalá
tardéis muchos años en pasar el arco de mi puerta! Además, al final del
fragmento, su única preocupación por su madre es que las vecinas la vean desde
las ventanas.
En definitiva, a nivel temático el fragmento se
relaciona con los principales conflictos planteados por el autor en La casa
de Bernarda Alba.
[ESTRUCTURA] Por lo que se refiere a la estructura, el fragmento
propuesto se puede dividir en cuanto al hilo argumental en dos partes: en la
primera el tema central es el autoritarismo de Bernarda y el luto impuesto a
sus hijas, así como la situación de la mujer frente al hombre en la sociedad
rural y tradicional (abarca desde el principio hasta la acotación que indica la
salida de Adela). La segunda parte se centra en el personaje de Mª Josefa y su
dramático encierro, y ocupa hasta el final.
LOS PERSONAJES
En este fragmento aparecen caracterizados varios de
los personajes representativos de la obra. En primer lugar, hemos de destacar a
Bernarda, de la que el lector ya tiene datos pues en las escenas
iniciales se la ha descrito indirectamente de modo negativo a través de otros
personajes (Criada y Poncia). A continuación, en la escena previa a la que
comentamos, Bernarda ha confirmado con sus palabras y hechos el carácter al que
apuntaban los otros personajes. Y en el fragmento que nos ocupa, Bernarda (cuyo
nombre significa “con fuerza de oso” y su apellido, Alba, alude a su obsesión
por la blancura y la pureza) representa el autoritarismo ya desde el comienzo
del texto (con la onomatopeya “Chiss” para hacer callar a sus hijas, recordemos
que su primera palabra había sido “silencio”). Es ella la que impone el feroz e
hiperbólico luto de ocho años para que en la casa no entre ni el viento de la calle.
Como demuestra en sus intervenciones, tiene una concepción tradicional del
papel de la mujer frente al del hombre (“Hilo y aguja para las mujeres. Látigo
y mula para el varón”).
Representa además la apariencia, hipocresía y la
buena fachada (en sus críticas a las vecinas que han venido a su casa y en el
empeño por ocultar a su madre para que no la vean en el pueblo). Su orgullo de
casta le hace tener conciencia de pertenecer a una clase diferente (“eso tiene
la gente que nace con posibles”). Su autoridad y su poder aparecen simbolizados
en el bastón, que la define metonímicamente, y también en el lenguaje prescriptivo
(“dame un abanico”, “busca otro”, “¡dejadla ya!”).
En el fragmento aparecen también cuatro de las
hijas de Bernarda: Amelia, Martirio, Adela y Magdalena.
Amelia es
la más resignada y conciliadora de las hermanas (intenta calmar a su madre,
“madre, no hable usted así”).
Por su
parte, Magdalena, de 30 años, es consciente de que no se va a casar y
por una parte acepta resignada su encierro y soledad (“lo mismo me da”) y por
otra hace comentarios amargos sobre la situación en la que se encuentran ella y
las mujeres en general (“malditan sean las mujeres”). También aparece
Adela, cuyo nombre
significa “de naturaleza noble”. Tiene 20 años, es la encarnación de la
rebeldía y también la más joven y hermosa, apasionada y vitalista, que desafía
a su madre al darle un abanico con flores de colores. Es ella la que finalmente
se enfrentará a las convenciones sociales y desafiará la férrea moral, lo que
provoca el trágico desenlace. Martirio, de 24 años, es enferma,
depresiva y pesimista. Su nombre apunta a su carácter. En el fragmento ya se
sugieren algunos de los rasgos de su personalidad, su carácter inquisitivo
(“¡Tiene mala intención!”, refiriéndose a
su propia abuela, estas palabras son irónicas, pues
es realmente ella la malintencionada). Es un personaje complejo, pudo haberse
casado si su madre no se lo hubiera impedido. Ama a Pepe el Romano y sus celos
provocan la tragedia final, al delatar a su hermana.
La Poncia interviene brevemente en el
fragmento, su función en la obra es advertir y aconsejar a las hijas y a
Bernarda (en este caso en tono de reproche, “no tendrás queja ninguna, ha
venido todo el pueblo”), para quien trabaja desde hace tiempo y a la que tutea,
aunque Bernarda le recuerda continuamente las distancias que las separan. En
general se caracteriza por su sabiduría popular y por el tono coloquial de sus
intervenciones.
La Criada es quien alerta a Bernarda de que su madre se ha escapado. Este
personaje tiene un menor relieve que Poncia y muestra rencor hacia el ama (y al
difunto Antonio María Benavides, que la acosaba), aunque se muestra sumisa e
hipócrita.
Angustias no aparece en el
texto, pero es otro de los personajes principales. Tiene 39 años, sus hermanas
la describen de manera muy despectiva (vieja, enferma, jorobada). Es hija del
primer matrimonio y heredera de una fortuna que atrae a Pepe el Romano, lo que
provoca las envidias y celos de las hermanas.
En la segunda parte del fragmento aparece además la
voz de María Josefa, madre de Bernarda, encerrada injustamente como sus
nietas. En sus intervenciones se mezclan locura y verdad, se hace
portavoz de un anhelo común a la casa (“¡Déjame salir!”) y agranda
líricamente los problemas centrales: la frustración de las mujeres, el
anhelo de matrimonio y de maternidad, el ansia de libertad, de espacios
abiertos, como apreciamos en este fragmento, en donde sale vestida con
sus joyas (desafiando así al luto riguroso) con la intención de casarse.
Aunque no aparezca en el fragmento, no podemos
dejar de citar a Pepe el Romano, que está omnipresente. Es la
encarnación del “objeto oscuro del deseo”. Va detrás del dinero de
Angustias pero enamora a Adela, convirtiéndose así en un “catalizador”
de las fuerzas latentes. Se le asocia de manera metonímica con la jaca y
las ventanas, símbolos del erotismo.
TÉCNICAS DRAMÁTICAS
La casa de Bernarda Alba respeta la regla de las tres unidades. Así, la acción es única, y las
escenas se relacionan con la trama central. En efecto, en el fragmento aparecen
los temas centrales de la obra, el conflicto entre el principio de autoridad y
el deseo de libertad, la hipocresía social y el autoritarismo y clasismo de
Bernarda ante los que la rodean.
El escenario también es único (unidad de
lugar): el acto al que pertenece el fragmento se abre con una acotación que
alude al escenario de la acción, una “habitación blanquísima del interior de la
casa de Bernarda”. En esa sala es donde se desarrolla el texto.
Una de las principales técnicas dramáticas
utilizadas por el autor es la relación existente entre el interior y los exteriores.
Existe así una tematización del espacio dramático, pues la oposición entre el
interior y los exteriores se relaciona con el tema fundamental de la obra, el
contraste entre el principio de libertad y el de autoridad. La casa (“esta
casa”, dice Bernarda) simboliza la rigidez, la represión, mientras que los
elementos procedentes del exterior (en este caso el patio al que se escapa Mª
Josefa) apuntan a la vida y la libertad. Además, la casa de Bernarda está
situada en un pueblo, que el autor deja en la indeterminación, son concretar su
nombre. Es “un maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe
el agua con el miedo de que esté envenenada”. Con esta indeterminación se
subraya que los sucesos se relacionan con conflictos universales.
En cuanto al tiempo, la ausencia de división
en escenas y el desarrollo de la acción a partir de una estructura en tres
actos continuados provoca la impresión de que éste fluye también de modo
continuo, creando la ilusión de un movimiento sin interrupciones. Ello se
aprecia sobre todo en este primer acto, que comienza con la llegada de la gente
del pueblo para el luto y continúa con la aparición de Bernarda para honrar al
difunto y con la escena que nos ocupa, el diálogo con sus hijas. Todo ello
transcurre por lo tanto en un tiempo continuo y lineal, al contrario de lo que
sucede en los actos posteriores, donde sí apreciamos alguna elipsis (así, entre
el acto II y III ha pasado un tiempo, pues Pepe lleva visitando a Angustias
durante una temporada indefinida y le ha regalado un anillo). Al igual que
sucedía con el tratamiento del espacio, la obra también posee una inconcreción
temporal, lo que indica que los conflictos planteados pueden suceder en
cualquier época.
Uno de los recursos de las obras teatrales es la presencia
de las acotaciones, que se refieren a gestos, entonación y ademanes de
los personajes. En el fragmento se caracterizan por la sobriedad e indican actitudes
(“agria”, “en voz alta”) o acciones de los personajes con la intención de
caracterizarlos (“limpia el suelo”, “arrojando el abanico al suelo”, “golpea
con el bastón). Asimismo, en este texto hay una acotación descriptiva que alude
al abanico que Adela le da a su madre, y tiene gran importancia, pues alude a
la transgresión de la rígida norma del luto (“le da un abanico redondo con
flores rojas y verdes”). Las acotaciones marcan las distancias entre los
personajes (“a Magdalena”, “a la criada”), y configuran así los espacios y
movimientos teatrales.
Otro rasgo característico del género dramático es
la importancia de los deícticos, que sirven para relacionar los hechos
que suceden en escena con la realidad, y se convierten por ello en señaladores
para la puesta en escena. Entre ellos, destacaremos los deícticos de persona,
que identifican a las personas del discurso (el usted como tratamiento de
respeto para dirigirse a la madre, la insistencia en el pronombre “yo” –yo no
tengo calor-, -se hace lo que yo mando-, enfático en español, lo que aporta
vehemencia y fuerza dramática al discurso), o bien otros deícticos personales
de tipo posesivo (los antepasados de Bernarda, que han transmitido los valores
y costumbres tradicionales –“así pasó en casa de mi padre y en casa de mi
abuelo”, “tu madre es fuerte”…”mi abuela fue igual”-) o bien los posesivos que
se refieren a las relaciones entre las hermanas (“Así las tuyas lucirán más”,
“ni las mías ni las vuestras…”) o a la gente del pueblo (“el sudor de sus
refajos y el veneno de sus lenguas”, “las vecinas puedan verla desde su
ventana”). Aparte de los deícticos de persona, también podemos señalar los espaciales,
(cuyos índices lingüísticos son los demostrativos y adverbios de lugar) que
indican en este caso la oposición entre el interior (la represión) y los exteriores
(la libertad): “no ha de entrar en esta casa”, “esta sala oscura”, “aquí se
hace lo que yo mando…” / “desde aquel sitio las vecinas puedan verla…”. Finalmente,
citaremos los deícticos temporales, de claro contenido hiperbólico (“en ocho
años que dure el luto”).
ESTILO DE LA OBRA
En el fragmento y la obra en general destaca la sobriedad
en el uso del lenguaje. Algunos ejemplos de este tono directo y realista, a
veces descarnado, son “tuve que taparle varias veces la boca con un costal
vacío”, “ve con ella y ten cuidado que no se acerque al pozo”.
A pesar del tono realista, también encontramos
ejemplos de lenguaje expresivo en las comparaciones (“igual que si
hubiese pasado por ella una manada de cabras”, “tu madre es fuerte como un
roble”), las hipérboles con valor ponderativo (“en ocho años que dure el luto”,
“para que le dieras agua de fregar, siquiera para beber, y carne de perro, que
es lo que ella dice que le das”), las metáforas y metonimias (“andar a vuestras
cuevas a criticar”, “”el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas”), los
paralelismos (“hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón”),
las insinuaciones (“tiene
mala intención”). Todos estos rasgos apuntan a una
estilización del lenguaje.
En cuanto al género, Lorca afirma que la
pieza tiene la intención de ser un “documental fotográfico”. Sí hay situaciones
y escenas costumbristas típicas del medio rural (en este caso, los rezos
fúnebres en la casa del duelo). No obstante, la obra no se puede considerar
únicamente como un drama realista, debido a la presencia de esos elementos
poéticos señalados anteriormente.
Otro recurso literario es la utilización metonímica
de los objetos para describir a los personajes. Así, Bernarda aparece en
este fragmento y en toda la obra asociada al bastón, símbolo de mando y
autoridad. También observamos diversos símbolos, recurrentes en la
producción de García Lorca. Por ejemplo, el agua estancada alude en el texto a
la frustración y la muerte (“pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con
el miedo de que esté envenenada”), mientras que el agua que fluye apunta a la
vida (“pueblo sin río”). Otros símbolos son las flores en el abanico de Adela y
los anillos y pendientes de Mª Josefa (deseo de libertad y evasión).
Por lo que se refiere a las funciones del
lenguaje presentes en el texto, destacaremos la representativa o
referencial (en las intervenciones que sirven para dar informaciones objetivas,
como las de la criada), pero también la imperativa o conativa, sobre todo en
los diálogos de Bernarda, que da órdenes a sus hijas y a la criada (“dame un
abanico”, “no ha de entrar en esta casa el viento”, “¡dejadla ya”), y también
la expresiva o emotiva en el tono exclamativo (“¡Bernarda! ¡Déjame salir!”) y
expresiones valorativas (“maldito pueblo, ¡cómo han dejado la solería!”). Los
rasgos de estilo señalados se relacionan con los temas fundamentales de la
obra, y son utilizados por el autor para destacarlos o describir a los
personajes.
CONCLUSIÓN
En este fragmento hemos demostrado cómo Federico
García Lorca realiza una conjunción de fondo y forma para mostrar los
conflictos centrales de la obra mediante los personajes que intervienen en el
diálogo. El estilo y las técnicas dramáticas se relacionan asimismo con el
tema, de modo que dotan al texto de gran unidad y fuerza expresiva. La casa
de Bernarda Alba es la culminación del estilo lorquiano, de un lenguaje
sobrio, depurado y a la vez poético y que supone el cierre de una obra
caracterizada por el lirismo y la presencia de temas de contenido social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario