jueves, 7 de marzo de 2013

RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL. RAMÓN J. SENDER



RAMÓN J. SENDER (1901-1982). RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL

1. CONTEXTO HISTÓRICO - LITERARIO

    1.1. CONTEXTO HISTÓRICO

Como sabemos, la Guerra Civil española terminó en 1939, de manera que los años 40 son los años de la posguerra. La guerra, recién terminada, ha tenido consecuencias devastadoras y son tiempos de gran penuria económica y de miseria. El panorama cultural es el reflejo de este ambiente. El régimen impone su férreo control ideológico (reforzado por la influencia de la Iglesia) a través de una rígida censura. Además, Franco cierra España a las influencias extranjeras, lo que provoca el total aislamiento español frente a la cultura y la literatura occidentales. Por otro lado,  el exilio de la gran mayoría de intelectuales y escritores tiene como consecuencia la ruptura con la tradición cultural y literaria previa a la guerra. La salida del aislamiento comienza en los años 50 con la incorporación de España en la ONU y en la UNESCO; la censura manifiesta ciertos signos de tolerancia mínima, sobre todo hacia la mitad de la década. Por último, los años 60 constituyen una época de cambios importantes, si no en lo político, sí al menos en lo económico y cultural. El auge del turismo favorece la renovación de las costumbres y los intercambios con el extranjero; la cultura se recupera de su anquilosamiento y cobra nueva energía; y la censura manifiesta cierta flexibilidad, con la Ley de Prensa de 1966.

    1.2. CONTEXTO LITERARIO

Todas estas circunstancias influyen sobre la producción literaria de este periodo. La literatura está siempre bajo sospecha y la capacidad creativa de los autores se ve seriamente limitada. Abundan las obras de carácter propagandístico y la industria editorial es muy débil. No debemos olvidar que muchos autores continúan su obra en el exilio (novelistas como Max Aub, Francisco Ayala o Ramón J. Sender). Por su parte, los jóvenes escritores carecen de puntos de referencia al haber desaparecido toda la tradición anterior.

En cuanto a la poesía  de los años 40, además de obras de carácter panfletario, puede hablarse, en primer lugar, de una poesía arraigada, de formas clásicas y temas tradicionales, que expresa un sentimiento de conformidad con el mundo; en segundo lugar, nos encontramos ante la llamada poesía desarraigada (que representan obras como Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, o Hijos de la ira, de Dámaso Alonso), que refleja un fuerte desasosiego existencial y apunta los primeros indicios de protesta social y política. Hacia 1955 se consolida el realismo social. De esa fecha son dos libros de poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de angustia existencial, para situar los problemas humanos en un marco social.

En el teatro dominan la propaganda política y la evasión, con géneros como la comedia burguesa al estilo de Jacinto Benavente o la comedia lacrimógena, además del teatro de humor (en el que destacan Miguel Mihura y Jardiel Poncela). En una línea muy distinta hay que situar el nacimiento de un teatro grave, preocupado, inconformista, que se inserta al principio en una corriente existencial. Dos fechas resultan claves: 1949, con el insólito estreno de Historia de una escalera de Buero Vallejo, y 1953, en que un teatro universitario presenta Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre.

En la novela de los años 40 se observa la orientación ideológica impuesta por el régimen de Franco: los valores de la Falange, el moralismo conservador o el catolicismo tradicional son temas de numerosas obras. Pese a todo, en estos años publican sus primeras novelas autores que tendrán una larga y destacada trayectoria; entre ellos, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester o Carmen Laforet. Estos novelistas, que no disponen de modelos, tienen que buscar nuevos caminos y esto explica que encontremos múltiples tendencias, lo que no nos permite hablar de un grupo cohesionado o de una generación literaria (se les suele denominar generación del 36 o de la guerra). Es apreciable el predominio de una novela realista: las novelas tienen intención documental, pues sus autores pretenden dar testimonio de la realidad presente y concreta (las circunstancias del lugar y el tiempo en que se vive); ahora bien, en esta primera década de la posguerra no se trata de un realismo con una clara intención crítica. En ocasiones, se seleccionan los aspectos más duros y desagradables para representar una realidad terrible: la acción novelesca se sitúa en ambientes sórdidos y está dominada por la violencia y la crueldad; esta tendencia recibió el nombre de tremendismo y su obra más significativa es La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela. En otros casos, lo que preocupa es la existencia concreta de los individuos: es la llamada novela existencial, que trata, con tono amargo y pesimista, la angustia, tristeza y frustración de las vidas cotidianas; dentro de esta tendencia pueden situarse La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes o Nada de Carmen Laforet.

En la década de 1950 la novela española sigue una clara evolución: aparece la llamada novela social, que, manteniendo la estética realista, pretende representar la realidad social, en ocasiones con una notable intención crítica. Junto a los novelistas de la generación anterior, que siguen publicando sus obras (por ejemplo, La colmena de Cela), aparecen nuevos autores: Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano, Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Juan Goytisolo, etc. El conjunto de estos autores ha recibido la denominación de generación del medio siglo.

Finalmente, a partir de 1960 comienzan a manifestarse signos de cansancio del realismo dominante  en la novela española. Nuestros autores tienen cada vez más en cuenta las aportaciones de los grandes novelistas extranjeros y pronto causará un fuerte impacto la nueva novela hispanoamericana (el Boom). Se emprende así el camino de la renovación en la novela  con la incorporación de nuevas técnicas, más o menos audaces, según los autores. La obra que marcó el cambio de rumbo de la novela hacia la búsqueda de experimentos narrativos fue Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos donde aúna la denuncia y crítica social con la renovación formal en la estructura, técnica narrativa y en el lenguaje. Por eso, esta novela provocó un revulsivo en la narrativa española, estancada en el realismo social.

    1.3. NOVELISTAS EN EL EXILIO: R. J. SENDER
    
En conjunto, la prosa narrativa de los exiliados españoles –que uno de ellos, José Bergamín, bautizó como la “España peregrina”- alcanza una dimensión enorme, pues de ella forman parte algunos de los novelistas más importantes de la posguerra. No fue conocida en España a su debido tiempo y solamente los más famosos (Sender, Francisco Ayala, Max Aub, Rosa Chacel…) pudieron llegar tardíamente a los lectores del interior. Su trayectoria literaria experimenta una radical variación desde sus comienzos, anteriores a la guerra, hasta la evolución personal de cada uno, cuando reflejaron los nuevos ambientes y sus circunstancias, y cuando también el tema de España acaparó buena parte de sus novelas por medio del recuerdo, de la interpretación de la guerra o de la recreación de la España del primer tercio del siglo XX.

R. J. SENDER, que ya había iniciado su obra antes de la Guerra Civil (1936- 1939), completó una abundante producción novelística en el exilio. Gran parte de ella está dedicada a la España del primer tercio del siglo XX y a la Guerra Civil, considerada desde perspectivas diversas. El carácter autobiográfico y la España anterior a la guerra se aúnan en la serie de nueve novelas tituladas Crónica del alba (1942-1966). La parábola domina en El rey y la reina (1949), novela de orientación simbólica sobre la guerra, con preocupaciones existenciales, que reaparecen en El verdugo afable (1952). Y también ofrece una visión de la guerra a través de un sacerdote atormentado por el recuerdo de un feligrés asesinado en su mejor novela Réquiem por un campesino español (1960; publicada en 1953 con el título de Mosén Millán). Sender cultivó además la novela histórica en La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964); y entre sus obras de ambientación americana sobresale Epitalamio del prieto Trinidad (1942).

Sender desarrolla los problemas que presenta en sus narraciones desde diferentes enfoques, que parten de tres niveles básicos:

  1. El hombre individualizado, de carne y hueso, en relación vital con las cosas, primer eslabón para elevarse a planos de significado universal.
  2. El ser humano en su relación con los demás y con las circunstancias históricas. Su actitud revolucionaria es clara, inequívoca; manifiesta su solidaridad con las víctimas de la injusticia, con el pueblo.
  3. El hombre como un ser rodeado de interrogantes metafísicos o religiosos, en contacto con el misterio de su origen y finalidad, encerrado entre la vida y la muerte.




2. ESTUDIO DE RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL

2.1. INTRODUCCIÓN

2.1.1. EL AUTOR

         Ramón José Sender nació en Chalamera, Huesca en 1901. Su padre era secretario de varios ayuntamientos de la comarca, lo que le proporcionó una situación acomodada. Durante su infancia y juventud vivió en varios lugares (Tauste, Reus, Zaragoza, Alcañiz) y en 1919 va a Madrid a estudiar Derecho. Falto de recursos, vuelve con su familia que entonces vivía en Huesca, donde trabaja de redactor en un periódico local. En 1921 vuelve a Madrid donde trabaja de mancebo en una farmacia y se vuelve a matricular en la universidad. Cumple el servicio militar en Marruecos. Todos estos viajes influyeron en su obra, que refleja ambientes tanto urbanos como rurales, así como sus experiencias en África. De vuelta a Madrid, trabaja como redactor en "El Sol". En 1927 es detenido por actividades contra la Dictadura de Primo de Rivera. En 1934 se casa con Amparo Barayón, que es ejecutada durante la guerra, con quien tuvo dos hijos. De ideario libertario, durante la Guerra Civil luchó del lado de la República, en cuyo ejército llegó a comandante. En 1938 viajó al extranjero junto a otras figuras de la cultura española para lograr apoyos para la causa republicana. En marzo de 1939 llega con sus hijos a Nueva York, donde quedan sus hijos mientras él viaja a México donde funda y dirige Ediciones Quetzal. En 1942 vuelve a Estados Unidos con una beca "Guggenheim Fellowship" y se instala en Santa Fe, NM. Al año siguiente se casa con Florence Hall. Dio lecciones en varias universidades americanas (Denver, Colorado, Harvard, Amherst College) y en 1946 tomó la nacionalidad estadounidense. Fue catedrático de Literatura Española en Albuquerque, NM, desde 1947 hasta 1963, combinando sus actividades allí con cursos de verano en otras universidades (Ohio, Puerto Rico, Washington, Michigan). En 1963 se divorcia de Florence Hall y va a la Universidad de San Diego, ciudad donde murió en 1982.

          2.1.2. ARGUMENTO DE LA OBRA

       Mosén Millán se dispone a ofrecer una misa de réquiem en recuerdo del alma de un joven, Paco el del molino (lo llamaban así porque su familia poseía un viejo molino, que ya no molía, usado para almacenar grano), al que quiso como a un hijo. De esta manera Mosén Millán quiere subsanar, simbólicamente, el irreparable daño que causó a Paco cuando, tratando de demostrarse a sí mismo su honestidad y entereza, prometió al joven, refugiado en el monte los primeros días del levantamiento, la protección de la ley si abandonaba su escondite, revelado después por él a los falangistas, a cambio de un juicio justo para Paco. El sacerdote y su feligrés fueron engañados, las promesas no se cumplieron y la acción de Mosén Millán no sirvió sino para entregarlo a sus ejecutores. Paco fue asesinado en el camposanto, junto con otros dos campesinos.
Un año después de su muerte, Mosén Millán, mientras aguardaba a los asistentes a la misa, reconstruía los hechos que habían conducido a Paco a ese trágico final:
El templo aún estaba vacío, las campanas llamaban al pueblo para la misa de réquiem. Mosén Millán preguntaba de cuando en cuando al monaguillo si había llegado alguien, el monaguillo iba y venía de la sacristía al presbiterio pensando en Paco y canturreando un romance que la gente sacó después de su muerte; él se sabía algunos trozos. Poco a poco van acudiendo los ricos del lugar: Don Valeriano, Don Gumersindo, los cuales habían tenido mucho que ver con la muerte de Paco, y el Señor Cástulo, de cuyos sentimientos nadie podía estar seguro. Los tres habían querido pagar la misa, pero Mosén Millán se negó a aceptar ese ofrecimiento. Tras esto, el silencio volvía a la sacristía y Mosén Millán, que hacía que rezaba para no ser molestado, recordaba momentos de la vida de Paco, con quien estuvo tan unido.
Paco fue bautizado por Mosén Millán y, de niño, participó en las actividades del calendario cristiano como monaguillo. Cuando Paco tenía ocho años, fue con Mosén Millán a casa de un moribundo, que habitaba en una cueva en el carasol, a darle la extremaunción. El carasol era un lugar de las afueras del pueblo, donde la gente vivía en cuevas abiertas en la base de una cortina de rocas, que daban al mediodía; era un lugar caliente en invierno y fresco en verano; allí iban las mujeres más pobres y cosían y charlaban de lo que sucedía. Aquel hombre en medio de la mayor miseria impresionó a Paco. Al salir, Paco formuló a Mosén Millán embarazosas preguntas, que éste no pudo contestar. Esa visita influyó mucho en el futuro de Paco. Durante días se habló en el carasol de la piedad de Paco y de la negativa de Mosén Millán a darles ayuda, todo muy exagerado por la Jerónima, una vieja solterona, muy supersticiosa y locuaz, que era la alegría del carasol por sus bufonadas, juramentos, amenazas, dichos y blasfemias, por lo que no se llevaba muy bien con Mosén Millán.
Ya mozo, Paco supo que las cinco aldeas de la región tenían que pagar tributo por el uso de unas tierras de pastos, pertenecientes a un duque absentista, cuyo administrador era Don Valeriano, y eso Paco no lo veía justo.
La evolución política y social del país estaba cambiando. El zapatero, ni amigo ni enemigo de nadie, lo que según él le hacía neutral, y al que le gustaba hablar mucho y a la ligera -en eso se parecía enormemente a la Jerónima-, repetía constantemente: "en Madrid pintan bastos", aludiendo a la huida de Alfonso XIII y a la proclamación de la II República. La boda de Paco coincidió con estos hechos, y la suerte quiso que a éste le hicieran concejal y que, con su sentido de la justicia y caridad, arremetiera contra los pastos del duque, para intentar así remediar la pobreza del carasol. Los tres ricos, asustados por el curso que tomaban los acontecimientos, abandonaron el pueblo, mientras el resto de las gentes no acertaba a comprender la nueva situación.
Un día del mes de junio, la Guardia Civil del pueblo se marchó con órdenes de concentrarse en algún lugar, donde acudían fuerzas de todo el distrito. El pueblo entero sentía alguna amenaza en el aire. Llegó a la aldea un grupo de señoritos falangistas -llamados en el carasol pijaitos- que portaban pistolas. Estos forasteros lo primero que hicieron fue darle una paliza tremenda al zapatero, al que de nada le sirvió su neutralidad. Al día siguiente aparecieron los cadáveres de varios campesinos en la cuneta de la carretera y los habitantes del pueblo no comprendían ni entendían nada; estaban confundidos, no había Guardia Civil que los protegiera. Los forasteros, el centurión y sus hombres, habían hecho alcalde a Don Valeriano que, junto con Don Gumersindo, había vuelto hacía tiempo a la aldea muy seguro de sí mismo. Los del pueblo, al ver a Don Valeriano y al cura juntos con los forasteros, no sabían qué pensar. Mosén Millán protestó por los asesinatos que se habían cometido y por no haber podido confesar antes a las víctimas. La gente preguntaba por Paco el del molino, pero nadie sabía nada de él. Al día siguiente, apareció muerto el zapatero en la carretera y la gente no comprendía la razón.
Días después, los forasteros destruyeron el carasol, matando a cuantas viejas pudieron, pues no les convenía dejar en pie un lugar donde se desataba el apasionado sentir popular por Paco, ya que éste había querido remediar su pobreza. El centurión y sus hombres buscaban incesantemente a Paco, pero no aparecía.
Fue entonces cuando Mosén Millán fue a ver al padre de Paco para preguntar por él. Mosén Millán era gran amigo de la familia y, para demostrar su amistad, dio a entender que sabía dónde se encontraba Paco; así daba a entender que, si sabía el escondite de Paco y no lo decía, él era una buena persona en la que se podía confiar. En un momento de la conversación, el padre de Paco mencionó el lugar donde se encontraba su hijo: las Pardinas.
Días después, Mosén Millán, para demostrarse a sí mismo su entereza y lealtad a Paco, dijo a Don Valeriano que sabía dónde se encontraba éste, pero que no lo diría. Pronto el centurión se enteró e intimidó a Mosén Millán, quien terminó confesando el paradero de Paco, con la promesa de que sería juzgado y, si era culpable, sería encarcelado. Sólo eso. El centurión se lo prometió y juntos fueron a convencer a Paco para que se entregase. Éste, ante las garantías que le daba Mosén Millán, decidió entregarse, pero ambos fueron engañados y Paco fue conducido al Camposanto junto con otros dos campesinos, para ser fusilados. Un momento antes de la ejecución, el centurión se dio cuenta de que los reos no se habían confesado y llamó a Mosén Millán. El último en confesarse fue Paco quien, nervioso ante su muerte, decía desesperado: "¿Por qué me matan? ¿Qué he hecho yo?" Mosén Millán, impasible, se limitó a escucharle y administrarle los sacramentos, pero no hizo nada por salvar a Paco. Una vez confesados, los tres reos fueron puestos en el paredón. A la primera descarga cayeron los dos campesinos y Paco, malherido, corría mientras gritaba enloquecido a Mosén Millán, pidiéndole ayuda. Dos de los forasteros lo cogieron y lo llevaron otra vez al paredón. Se oyeron tres descargas, luego un silencio roto por los susurros de Paco: "Mosén Millán..., Mosén Millán, él me denunció".
Un año después, Mosén Millán recordaba todo esto cuando en la iglesia, en la que sólo estaban Don Valeriano, Don Gumersindo, y el Señor Cástulo, se disponía a decir una misa de réquiem por el alma de Paco el del molino

2. 2. TEMAS DE LA OBRA
 
2.2.1. TEMA PRINCIPAL

El tema principal de Réquiem… es el conflicto social que provoca la tragedia de Paco y la angustia expectante del cura.

2.2.2. OTROS TEMAS

Una línea temática vinculada con elementos trascendentes sirve de soporte a la novela. El sentido de la justicia, la búsqueda de la dignidad, la culpa y su expiación, la expresión de la esencia del ser humano y su relación con las circunstancias son algunos de los temas.

Aparecen tres niveles temáticos:
  1. Social- de proyección al exterior, presenta una síntesis de los conflictos sociales de la España rural.
  2. Religioso- es un tema externo también. Es el papel histórico de la Iglesia, su inercia ante urgentes problemas.
  3. Humano- es un tema interior, de la conciencia de Mosén Millán.
Estos planos se entrecruzan y funden en una compacta unidad temática y estructural, lograda a través del relato de la vida de Paco y el recuerdo de su tragedia, siempre presente en la conciencia y acciones de todos los personajes.


2.2.3. TEMAS DE FONDO

v  La tragedia de un pueblecito aragonés, situado en la raya de Lérida, pobre y agrícola, en el que repercuten los cambios políticos y sociales de un momento del país que va desde la caída de Alfonso XIII y la proclamación de la II República, hasta poco después de iniciarse la Guerra Civil. Los hechos transcurren dentro del ámbito de la Iglesia Católica española, representada por Mosén Millán, y en la que nace, se casa, vive y muere Paco el del molino, asesinado los primeros días del levantamiento, por falangistas, al oponerse a unas circunstancias económicas, políticas y sociales que consideraba injustas.
v  La pobreza de un pueblo agrícola. Esta idea viene respaldada por el siguiente párrafo –tomado de la boda de Paco-:
"Las esposas protestaban y los campesinos decían, riendo, que había que emborrachar las camisas para darlas después a los pobres. Con esta expresión -darlas a los pobres- se hacían la idea de que ellos no lo eran."
v  El absentismo de los grandes terratenientes. Cobraban los arriendos, sin tener en cuenta el estado de los pastos o de las cosechas, imposibilitando así el desarrollo agrícola y ganadero.
v  La importancia del catolicismo, y de la religión en sí, en los ambientes rurales.
v  La necesidad y el anhelo de un cambio de las estructuras sociales y políticas, así como de la mejor repartición de la riqueza.
v  Los asesinatos y los horrores de la guerra civil española, que el mismo autor sufrió.
La novela funciona como un esquema de toda nuestra Guerra Civil. Las condiciones de una gran parte de la sociedad española en el primer tercio del siglo XX eran lamentables: miseria y  hambre extendidas; un sistema público sanitario deficitario y una población mayoritariamente analfabeta dibujan un panorama crítico. En el mundo rural seguía imperando el régimen de los señoritos: la aristocracia (en el libro el duque), avalada por los caciques (don Valeriano en el libro), se resistía a renunciar a sus privilegios y a cualquier intento de cambio. Contaba además con dos poderosos aliados: las fuerzas de orden público y la Iglesia como defensora del orden moral.
Los campesinos estaban disconformes con este orden de cosas, pero no podían hacer más que lamentarse. La primera charla que Paco tuvo como adulto con su padre trataba este tema:
  
“Un día tuvieron una conversación sobre materia tan importante como los arrendamientos de pastos en el monte y lo que estos arrendamientos les costaban. Pagaban cada año una suma regular a un viejo duque que nunca había estado en la aldea y que percibía aquellas rentas de los campesinos de cinco pueblos vecinos. Paco creía que aquello no era cabal.”

Por eso, cuando en la aldea de Paco ganan los concejales republicanos, su primer objetivo es librarse del pago de los arrendamientos. Cuando los terratenientes se dan cuenta de que por la legalidad no van a poder mantener sus privilegios, eligen otro camino: el pronunciamiento militar contra el sistema democrático. En el pueblo de Paco la rebelión se saldó rápido. En menos de quince días devolvieron los montes al duque, nombraron alcalde a don Valeriano y mataron a sangre fría a todos los que creyeron adeptos a la República. En el resto de España el proceso duró tres años y costó cientos de miles de muertos.
v  El silencio obligado ante una imposición de fuerza y de ideología.

2.3. ESTRUCTURA DE LA OBRA

     2.3.1. ORGANIZACIÓN DE LA HISTORIA
      La estructura de la obra es cerrada, pues muere Paco "el del Molino" y la narración termina con la misa de réquiem. Las secuencias narrativas se alternan, ofreciendo acciones presentes y pasadas en paralelo. Se combina esta forma de encadenamiento con la sucesión cronológica invertida o estructura in extremas res (desde los últimos episodios de la vida de Paco hacia los primeros). El presente que se utiliza como marco de referencia es la media hora anterior a la misa de réquiem que Mosén Millán va a celebrar por Paco. Sirve de hilo conductor el Romance de Paco, canción que relata la historia del protagonista y cuyos fragmentos dan paso a las diversas secuencias de su vida. La coherencia en el encadenamiento de las acciones se consigue también gracias a los actos litúrgicos relacionados con la vida del joven: bautizo, comunión, boda y, evidentemente, funeral.

2.3.2. ESTRUCTURA INTERNA

La novela está organizada de manera que es indispensable diferenciar las escenas del presente de las escenas del pasado.

Ø  Las escenas del presente se refieren a Mosén Millán en la sacristía para oficiar la misa de réquiem por Paco el del Molino. Al margen del cura y del monaguillo, en estas escenas solo aparecen don Valeriano, don Gumersindo y el señor Cástulo, además del potro de Paco. En cambio, no veremos a los familiares ni amigos de Paco.
Dentro de las escenas del presente distinguiremos varios núcleos significativos importantes:

 1. La primera secuencia. Es la más extensa y significativa de las del tiempo presente. En ella aparecen ya esbozados todos los elementos de la novela, sus protagonistas, sus conflictos y sus actitudes. Se podría decir que es una síntesis de la historia. Conviene resaltar dos aspectos:

1.1.        El juego de oposiciones y contrastes entre la Iglesia y el pueblo, tal como se representa en la siguiente tabla:


IGLESIA
PUEBLO

PROTAGONISTAS

Mosén Millán, vivo, en actitud de espera.
Recuerdo de Paco muerto mediante la presencia del potro.

PERSONAJES

Las familias ricas del pueblo, enemigas de Paco.
Los familiares de Paco, el zapatero, y toda la aldea amiga de Paco.

ESPACIOS


La sacristía, lugar cerrado.

El huerto, lugar abierto.

ANIMALES


Saltamontes atrapado.

Potro suelto por el pueblo.

1.2.        El retrato moral y físico de Mosén Millán. El sacerdote es el centro del fragmento y el resto de la novela lo único que hace es corroborar la impresión que nos causa en este primer retrato. Destaca:

o    Su actitud pasiva y estática a través de la repetición del verbo “esperar”. A este verbo se suman algunas ligeras notas sobre su postura o su actitud: “sentado con la cabeza inclinada”, “con la cabeza apoyada”, la repetición inquieta y nerviosa de preguntas al monaguillo: “¿Han venido los parientes? ¿Hay gente en la iglesia?
o    Frente al carácter pasivo y repetitivo de sus actos, sus pensamientos son vivos e inquietos: la oposición entre pasividad e intensa vida interior define la personalidad de Mosén Millán.
o    Físicamente se le describe así: “Era viejo, y estaba llegando -se decía- a esa edad en la que la sal ha perdido su sabor, como la Biblia”.
o    También se le describe por su pobreza: “El alba estaba deshilachándose por el remate. Los zapatos tenían el cuero rajado por el lugar donde se doblaban al andar”.

2. El grupo de secuencias 2-3-4. Las tres son muy breves, pero sirven de soporte a la estructura de la novela y profundizan en la caracterización de Mosén Millán:
                           
Mosén Millán cerró los ojos y esperó
Mosén Millán recordaba aquellos hechos y suspiraba bajo sus ropas talares, esperando con la  cabeza apoyada en el muro

El monaguillo percibe su inquietud, pues no deja de comentarle la ausencia de fieles en la iglesia:
                  No sé qué pasa hoy, que no viene nadie a la iglesia, Mosén Millán”
                   “Todavía no viene nadie”
                   “Aún no ha venido nadie, Mosén Millán”

3. Secuencias 5-6-7-8. Van señalando la aparición de tres personajes ricos del pueblo causantes del asesinato de Paco.  Como en la primera escena, asistimos a una descripción física y moral de cada uno de ellos. A partir de estas caracterizaciones podremos entender mejor la conducta de ellos en las secuencias del pasado.

4. En el momento en que están los cuatro personajes en la sacristía, el monaguillo les avisa que han metido en la iglesia el potro de Paco.

5. Última secuencia. Mientras Mosén Millán ha terminado el relato de la vida de Paco y la novela se cierra expulsando el espíritu de Paco con el pueblo, y los familiares deliberadamente ausentes de la iglesia, Mosén Millán sale al presbiterio y se dispone a comenzar una misa de réquiem por el alma de Paco. Pero los cuatro personajes saben que en realidad es un acto de expiación, un intento de limpiar sus conciencias.

Ø  Las escenas del pasado. Son ocho secuencias que nos muestran la vida de Paco desde su nacimiento hasta su muerte. En el relato de esta vida se pueden diferenciar dos partes. La primera comprende las cuatro secuencias iniciales, las correspondientes a la infancia y adolescencia de Paco. La segunda la componen las tres últimas secuencias, desde el regreso del viaje de novios. En medio, queda la secuencia quinta (la del noviazgo y la boda) que es de transición, pues en ella podemos encontrar elementos de ambas partes. Vamos a ver cómo se cumple esta división:
  
            1. Desde el punto de vista temporal

·         El ritmo de los acontecimientos de la primera parte de la vida de Paco es lento y pausado. Los hechos (bautizo, comunión, visita a las cuevas, etc.) se narran con mucho detalle y abarcan más o menos los primeros años de vida de Paco.
·         La secuencia de transición tiene una duración de cinco años.
·         La cronología de la segunda parte es más precisa: desde abril de 1931 a mediados del verano de 1936. El ritmo de los acontecimientos se va haciendo cada vez más rápido hasta precipitarse hacia el final.
En ningún momento se nos dice la edad que tenía Paco, pero hay alusiones a dos fechas históricas que nos pueden dar una idea:
o    El domingo siguiente a la vuelta del viaje de novios se celebraron las elecciones que dieron paso a la Segunda República. Ese domingo fue el 12 de abril de 1931.
o    En un mes de julio se marcha la Guardia Civil del pueblo y llegan los señoritos de la ciudad. Estamos en 1936.

Así pues, podemos fechar la muerte de Paco y la misa de réquiem. Entre la llegada de los forasteros y la muerte de Paco transcurren dos semanas, pues cuando le conducen al pueblo atado “llevaba barba de quince días” y aquella misma noche lo fusilaron. Durante la confesión se señala que “lejos, en el pueblo se oían ladrar perros y sonaba una campana. Desde hacía dos semanas no se oían sino aquella campana día y noche”. Paco muere, pues, a primeros de agosto de 1936 y a primeros de  agosto de 1937 Mosén Millán oficia la misa de réquiem.

2. Desde el punto de vista de las costumbre aldeanas

La primera parte de la novela es una visión casi idílica de la vida en la comunidad rural, alegre y feliz, en la que las celebraciones profanas y religiosas se van sucediendo sin notas discordantes: la alegre descripción del bautizo, el baño desnudo en el estanque, las rondallas por las calles… Sólo algunos acontecimientos crudos cuestionan la felicidad de la comunidad.
Sin embargo, ese mundo feliz se verá interrumpido en la segunda parte del libro. Se produce la “vuelta a la tortilla” que el señor Cástulo anuncia nada más llegar Paco de su viaje de novios. En este sentido, la secuencia seis es de tanteos, mientras que a partir de la secuencia siete, el carácter idílico de la primera parte se sustituye claramente por un clima de violencia, miedo y muerte:
                            lo primero que hicieron fue dar una paliza de muerte al zapatero”
                  “… luego mataron a seis campesinos”
                             “…el pueblo estaba asustado y nadie sabía qué hacer”

2.4. TÉCNICAS NARRATIVAS

Réquiem… conjuga técnicas novelescas tradicionales con otras de carácter más innovador. Observemos algunas de ellas:

2.4.1. LOS NARRADORES

         No hay un único narrador en la novela, sino varios. Podemos clasificarlos atendiendo a la estructura:

  • De las secuencias del presente. Las secuencias del presente están narradas en tercera persona por un narrador observador, que va describiendo “objetivamente”, como si fuera un fotógrafo, el espacio físico en el que se desarrolla la novela y el carácter de los personajes. Sin embargo, en algunas ocasiones, actúa como un narrador omnisciente, relatando lo que sienten o piensan los personajes.

  • De las secuencias del pasado. Aparentemente, el sacerdote es el narrador de las secuencias del pasado. Casi todos los enunciados  están introducidos por la expresión “Mosén Millán recordaba…”, pero se trata en realidad de un narrador omnisciente, puesto que cuenta anécdotas que Mosén Millán no podía conocer en todos sus detalles, como las travesuras de los monaguillos en el desván de la iglesia, e incluso, en algunas ocasiones introduce el pensamiento de Paco: “Paco estaba cavilando y supuso que debía referirse a la relación entre hombres y mujeres”.


  • El romance del monaguillo. Adquiere un especial interés dentro de la complejidad narrativa de la obra. Tiene tres funciones diferentes:

    1. Desde el punto de vista narrativo, de trata de un tercer narrador de las secuencias del pasado, que actúa de divulgador.
    2. En cuanto a las escenas del presente, el monaguillo ejerce la misión de testigo veraz de los hechos, al delimitar lo que hay de leyenda y de verosimilitud en el relato.

“Eso de llorar no era verdad, porque el monaguillo vio a Paco y no lloraba”
“El Romance hablaba luego de otros reos que murieron también entonces, pero el monaguillo no se acordaba de los nombres. Todos habían sido asesinados en aquellos mismos días. Aunque el romance no decía eso, sino ejecutados”

    1. Por último, el romance simboliza, igual que el potro, la permanencia de Paco y de su ejemplo. La muerte de Paco se ha convertido en una leyenda que, por otra parte, es peligroso recordar.



2.4.2. EL ESPACIO
           
            La novela se ubica en un pequeño pueblo español del Alto Aragón, un pueblecito que indudablemente tiene una proyección nacional y en el que se reflejan pueblos y ciudades que se vieron envueltos en los acontecimientos que se narran.
        
En la novela apenas hay descripciones y, las que hay, se integran en la narración para potenciar la tensión de la historia. Los dos únicos lugares que se describen detenidamente son la sacristía, símbolo del mundo en que vive Mosén Millán y la cueva de las afueras (lugar que marcará el destino posterior de Paco). Aparte de estos lugares, a Sender le parecen suficientes unos pocos adjetivos para la descripción del carasol, el lavadero, la casa de la novia, etc.


2.4.3. EL TIEMPO
    
            La acción se desarrolla en una época imprecisa, un año después de la muerte de Paco el del Molino. Algunas referencias -la huida del rey (Alfonso XIII) y la bandera tricolor- sitúan la acción en la Segunda República (14 de abril de 1931).

2.5.- LOS PERSONAJES

Paco el del Molino

Es un personaje central en la novela. Su presencia no es física, ya que la novela está narrada un año después de su muerte, y por lo tanto está visto a través de la mente de Mosén Millán, que revisa la vida de su feligrés mediante del recuerdo de la imposición de los sacramentos desde su bautizo hasta su muerte
Paco representa idealizadamente al pueblo español, respetuoso con las tradiciones de sus mayores, sincero, valiente, decidido, y con fuerte sentido de la justicia. Un hecho decisivo en la vida de Paco fue cuando acompañó a Mosén Millán a las cuevas[1] para administrar la extremaunción a un enfermo. Esta experiencia determinará su actitud posterior.
En Paco se resume la dignidad del pueblo español que no se somete al poder arbitrario (el duque), ni a la hipocresía (los ricos del pueblo), ni a otros intereses como los de Mosén Millán.
Su psicología es sencilla, son pocas las ideas fundamentales que lo mueven a actuar. Sin proponérselo, se convierte en la esperanza del pueblo. Aunque actúa como un líder político, no lo es, porque huye de la dialéctica; no es capaz de grandes discursos. Es simplemente un hombre de acción.
Y es también una víctima, que muere por la dignificación individual y colectiva. Su muerte tiene semejanzas con la de Jesucristo: como éste, Paco muere con dos compañeros; además en la novela se emplea el término “centurión” para designar al encargado de ejecutarlo; ambos, en fin, “son culpables de inocencia y sinceridad” (en palabras del autor), que lo conducen, más que a la muerte, al sacrificio.

Mosén Millán

Es el personaje clave de la novela utilizado por Sender como hilo conductor entre el pasado y el presente.
Es una personalidad mucho más compleja que la de Paco. Es un alma atormentada, llena de remordimientos (él delata a Paco). Se muestra vacilante e indeciso en todo momento. Uno de los rasgos más significativos de su personalidad es su aceptación del orden social establecido aunque sea injusto. Mosén Millán es, ante todo, víctima de las circunstancias: los esquemas religiosos y sociales lo atrapan. El cura no sabe discernir entre ellos y el deber de hombre vinculado a sus feligreses. Su único recurso es predicar “resignación y conformidad”. Y la única rebelión visible es su negativa a que los poderosos paguen la misa de réquiem. Sender dice de él: “es la inercia de la historia y el peso de esa historia”. Es el resultado de una sociedad en crisis y lo ve todo desde una posición religiosa dogmática. Representa la inercia de la Iglesia.
El párroco es un buen hombre ligado a su ministerio por una fe sencilla, ritual y cotidiana. Acata por la costumbre tradicional los poderes establecidos y a los poderosos, identificándolos con el bien y la sociedad. No se siente con fuerzas ni tampoco cree que su misión sea ayudar a arreglar el pequeño trozo de tierra en que vive. Considera irrespetuosa la postura de los campesinos, al querer convertir en comunales los pastos. Su único pecado de acto es confiar demasiado en los hombres poderosos y poco en los humildes. Se dará cuenta de su error demasiado tarde y entonces su mundo se tambalea: la fe en una futura justicia divina será su consuelo.
         Ejerce una paternidad psicológica en la comunidad –sobre todo en Paco- que es el blanco de los sarcasmos de la Jerónima. A pesar de ser un padre psicológico para Paco, hay ciertas grietas en su relación, señaladas por la visita a la cueva y por el baño en el lavadero ante las mujeres, que simboliza el bautizo erótico. Pero, a pesar de estas diferencias no se produce una ruptura total entre los dos personajes.

Don Valeriano, don Gumersindo y Cástulo Pérez

            Es un triunvirato que representa el poder económico en el pueblo. Enemigos de Paco, son los inductores de su asesinato, acto que refuerza su unión.

         A don Gumersindo lo presenta Sender con breves pinceladas:
·         un comentario sobre sus botas “no había en la aldea otras botas como aquellas…” (índice de poderío)
·         su carácter arrogante “siempre hablando de su propia bondad… y de la gente desagradecida que le devolvía mal por bien…

Don Valeriano es el administrador del duque. Sender lo caracteriza así: “Tenía la frente estrecha y los ojos huidizos…”. Y asiste a la misa porque “hay que olvidar”.

Cástulo Pérez es el tercer poderoso del pueblo, que no llega al rango  de los anteriores, ya que no recibe el título de don. De él se dice que “…jugaba con dos barajas…” y que “…un año antes se reía de los crímenes del carasol…”.
La noticia de que el rey había huido es tremenda para Gumersindo y Valeriano, que se ocultan; Cástulo, en cambio, empieza a jugar con dos barajas.

La Jerónima y el carasol

Es una mujer “abrujada”, símbolo de una cultura ancestral, pagana y vitalista. En ocasiones representa el subconsciente de la aldea: en ella se personifican las raíces biológicas más subterráneas del pueblo.
Este papel mágico, rebelde y vitalista es visible:
  • Cuando alude a los atributos masculinos del recién nacido
  • Mosén Millán dice de ella que “todo lo que decía la Jerónima era extraño
  • No me casé pero detrás de la iglesia tuve todos los hombres que quise
  • Coloca unas tijeras abiertas en cruz bajo la almohada del recién nacido.

Es un personaje marginado, admitida en el carasol, pero rechazada en el seno de la aldea. Con el estallido de la guerra quedará definitivamente anulada y será una sombra alocada que merodea por la aldea.

Mosén Millán y la Jerónima encarnan dos culturas contrapuestas en permanente tensión, tensión que remueve los rasgos antropológicos de la novela. El cura ejerce el papel del intelectual en una sociedad agraria y representa la cultura eclesial, mientras que la Jerónima es el símbolo de un modo de vivir más ancestral e instintivo. Los dos tienen su propio feudo (al que el otro nunca se acerca) en el que ofician de sacerdote y “sacerdotisa”, con sus fieles y su público: la iglesia es el dominio del cura y el carasol y el lavadero los de la Jerónima. Los dos manifiestan su desdén por el espacio del otro:

Yo también sé vivir –dice la Jerónima-. No me casé, pero detrás de la iglesia tuve todos los hombres que se me antojaban. Soltera, soltera, pero con la llave en la gatera”
“Pensando Mosén Millán […] en las pobres mujeres del carasol, sentía una especie de desdén involuntario, que al mismo tiempo le hacía avergonzarse y sentirse culpable”

Podemos observar esta antítesis iglesia / carasol en la siguiente tabla:


IGLESIA


CARASOL

Preside Mosén Millán
Preside la Jerónima
Regida por hombres
Regido por mujeres
En el centro del pueblo
En las afueras del pueblo
Símbolo del poder establecido
Refugio de gente humilde y marginal
En momentos de decaimiento con la Republica
En alza y esperanza con la República
Con la llegada de los forasteros se restituye su poder
Los falangistas ametrallan a las mujeres del carasol

El carasol, además, desempeña una función de periódico oral en una sociedad en la que mucha gente era analfabeta. Allí se cuenta, exageradamente casi siempre, lo que pasa en el pueblo entre bromas, chismes y frases de doble sentido. Hasta cierto punto, ese refugio de mujeres representa la supervivencia del poder matriarcal de tantas comunidades antiguas.
La visión que el autor nos da del carasol refuerza también la diferenciación en dos partes de la novela: la alegría y el ambiente festivo de la primera parte contrasta con la soledad y la muerte que se adueña del lugar en las páginas finales.


2.6. ESTILO


La primera cualidad que destaca en la prosa de Sender es una sobria sencillez que alcanza su más alto nivel de concisión, de austeridad formal en las desnudas páginas de Réquiem. En ella lo vital y directo se impone a lo conceptual y figurado en beneficio de  la naturalidad y la transparencia expresiva. Aunque el lenguaje es sencillo, no le quita a la obra la intensidad y conmovedora profundidad que tiene.
Como sabemos, Réquiem por un campesino español se encuadra dentro de la novela social de posguerra. Podemos considerar unos rasgos de técnica y estilo comunes a la novela social:

    • Prioridad del contenido al que se subordinan las técnicas.
    • La estructura del relato es aparentemente sencilla.
    • Desnudez y concisión en las descripciones, poco abundantes y con papel funcional.
    • Es propio de la novela social el personaje representativo, tomado como la síntesis de una clase o grupo (Paco el del molino simboliza a todo el pueblo).
    • Técnicas derivadas del objetivismo: el novelista no aparece.
    • El lenguaje adopta el estilo de crónica, desnudo y directo.
    • Uso de expresiones coloquiales o vulgares (“pa`heredarla”).
    • Uso de palabras populares (“hacer fuineta”, “echar roncas”, “pijaitos”)

No son muy numerosas las descripciones de personas, y solo se encuentran algunos retratos. De Paco, pese a hacerse el relato completo de su vida, sabemos muy poco en este sentido; algo de sus notables atributos masculinos que recordará la Jerónima, y que llaman la atención de las mozas de la plaza de la fuente, y determinados detalles de vestuario en su “puesta de largo”: “los domingos en la tarde, con el pantalón nuevo de pana, la camisa blanca y el chaleco rameado y florido, iba a jugar a las birlas (a los bolos)”.
No es que el novelista desestime este tipo de recursos, sino que no los necesita. Porque lo que pretende es retratar a los personajes por sus acciones más que por sus características fisiológicas o por su indumentaria.
Con todo, alguna descripción puede utilizar el recurso de la aliteración en base al fonema /r/ para hacerla más viva, más plástica: “Solo se oía un ronquido regular, bronco y persistente, que salía del pecho del enfermo”.
Y determinadas comparaciones resultan especialmente llamativas: “Además el enfermo tenía los pies de madera como los de los crucifijos rotos y abandonados en el desván”.
En ocasiones se vales de sinestesias para adornar una expresión: “La  mañana del domingo se presentó fría y dorada”. Y de conocidas sinécdoques: “No he visto como el que dice un alma en la iglesia”.
También recurre a algunas enumeraciones que sirven para enfatizar y dotar de mayor calibre a determinados desmanes: “Disparos por la noche, sangre, malas pasiones, habladurías, procacidades de aquella gente forastera, que, sin embargo, parecía educada”.
Y utiliza con frecuencia refranes, que proporcionan un tono rural al relato: “dime de lo que presumes y te diré  lo que te falta”; “al hijo de tu vecino límpiale las narices y mételo en tu casa”; “si el cántaro da en la piedra, o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro”; “Mala hierba… [nunca muere]”. Alguno, de origen bíblico: “el que no está con nosotros está en contra”.
También acudirá a las expresiones hechas, puestas en labios del pueblo, porque forman parte de su acervo lingüístico y cultural: “pintan bastos”; “darle la vuelta a la tortilla”; “El rey se va con la música a otra parte”; “jugaba con dos barajas”; “otra jota cantamos por aquí”; “los tenía bien puestos”; “zapatero a tus  zapatos”; varas de medir”.
Las palabras y expresiones procedentes del latín son numerosas. Muchas veces puestas en boca del sacerdote; pero otras, en boca de la Jerónima: auténticos “latinajos”. Pero hay que entender que en la época que reproduce la novela, la misa y los demás oficios litúrgicos se decían en latín.
Por último, se sirve de algunas expresiones del catalán, algo frecuente en zonas de lenguas en contacto: “no és nen, que és nena”. El propio autor explica la aparición de tales vocablos: “la aldea estaba cerca de la raya de Lérida, y los campesinos usaban a veces palabras catalanas”.
2.6.1. LA POESÍA. LA MÚSICA
Toda  la novela sigue el ritmo del romance que el pueblo –anónimo, como debe ser- ha creado para recordar a su héroe. Un romance puesto en boca del monaguillo, que va recordando fragmentos incompletos del mismo a lo largo de la narración. El monaguillo ejerce así la función de los viejos juglares. El romance alcanza la cifra de 39 versos, y resulta incompleto. No porque deje sin terminar la historia que cuenta, sino porque ha ido surgiendo de los labios del monaguillo de manera fragmentaria. Eso ha motivado la pérdida de un octosílabo (que debería ser par, y por tanto con rima asonante) entre el verso 31 y 32.
Posee un indudable sabor añejo, en las expresiones reiterativas como “ya los llevan, ya los llevan”, “ya ventean, ya ventean” y otras donde la forma ya recuerda a la utilizada en el Poema de Mio Cid. Cuenta la historia de Paco desde su prendimiento en las Pardinas hasta su muerte, aunque aquí parece recuperar su valor temporal.
Otros dos textos poéticos están puestos en boca de los componentes de una rondalla que va a cantar a los novios. En la primera advertimos una vistosa cosificación (“en los ojos de los novios relucían dos luceros”), y dos hermosas metáforas (“ella es la flor de la ontina, y él es la flor del romero”). En la otra, que alude a la boda de Paco y Águeda, se proporciona con un epíteto épico un leve detalle de la novia: “Águeda, la del buen garbo”, al estilo del que “en buen hora nasció” referido al Cid o “el de los pies ligeros”, haciendo alusión a Aquiles.
Una coplilla popular incompleta, interpretada por la Jerónima hace reír a las mujeres del carasol: “El cura le dijo al ama / que se acostara a los pies”.
Se trata de una canción, como otras que se aluden, sin anotar, a lo largo de la novela; algunas cantables y bailables (jotas también, lógicamente), que acompañan determinados momentos felices.
En general, la música está muy presente en la obra. El tañido de las campanas marca las pautas horarias de la novela al tiempo que delata la ausencia de los habitantes de la pequeña aldea. Pero hay otros momentos en que los sonidos cobran una dimensión especial, sea por su sutil delicadeza, o por su expresiva y notoria sonoridad. Por ejemplo, al comienzo de la obra cuando “llegaban del otro lado de los cristales rumores humildes” o “las campanitas menores tocaban alegremente”. O más adelante, recordando la Semana Santa: “Esas gigantescas matracas producían un rumor de huesos agitados” o “las canciones de las beatas que sobre aquel rumor de hierros producían un contraste muy raro”.
No es menos interesante que Paco, al empezar su relación con Águeda da voces a las mulas para llamar su atención, y “si aquello no bastaba, cantando”. Antes y durante la boda, las rondallas tienen su función, especialmente en la boda, donde hay “música y baile”. Al terminar la ceremonia, la rondalla, que está compuesta por más de quince músicos con “guitarras, bandurrias, requintos, hierros y panderetas, […] comenzó a tocar rabiosamente. En la torre, el cimbal más pequeño volteaba”. Es un momento alegre, al que prestan colorido todos los instrumentos musicales del pueblo.
Bien diferente es el momento en que, a capela, los forasteros “cantaron un himno con el brazo levantado y la mano extendida”, antes de llevar a Paco y a los otros dos campesinos al muro del cementerio. Y en los minutos previos al momento definitivo, como premonición de lo que va a ocurrir, “lejos, en el pueblo, se oían ladrar perros y sonaba una campana. Desde hacía dos semanas no se oía aquella campana sino día y noche”.
En conclusión, podemos afirmar que la presencia de la música no es arbitraria en Ramón J. Sender, que la utiliza como lenguaje auxiliar en todos los momentos de la obra, tanto en los tristes como en los felices.



        








[1] Ramón J. Sender ha confesado que este suceso lo presenció a la edad de siete años.

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