RAMÓN J. SENDER (1901-1982). RÉQUIEM
POR UN CAMPESINO ESPAÑOL
1. CONTEXTO HISTÓRICO - LITERARIO
1.1. CONTEXTO HISTÓRICO
Como sabemos, la
Guerra Civil española terminó en 1939, de manera que los años 40 son los años
de la posguerra. La guerra, recién terminada, ha tenido consecuencias
devastadoras y son tiempos de gran penuria económica y de miseria. El panorama
cultural es el reflejo de este ambiente. El régimen impone su férreo control
ideológico (reforzado por la influencia de la Iglesia) a través de una rígida
censura. Además, Franco cierra España a las influencias extranjeras, lo que
provoca el total aislamiento español frente a la cultura y la literatura
occidentales. Por otro lado, el exilio
de la gran mayoría de intelectuales y escritores tiene como consecuencia la
ruptura con la tradición cultural y literaria previa a la guerra. La salida del
aislamiento comienza en los años 50 con la incorporación de España en la ONU y
en la UNESCO; la censura manifiesta ciertos signos de tolerancia mínima, sobre
todo hacia la mitad de la década. Por último, los años 60 constituyen una época
de cambios importantes, si no en lo político, sí al menos en lo económico y
cultural. El auge del turismo favorece la renovación de las costumbres y los
intercambios con el extranjero; la cultura se recupera de su anquilosamiento y
cobra nueva energía; y la censura manifiesta cierta flexibilidad, con la Ley de
Prensa de 1966.
1.2. CONTEXTO LITERARIO
Todas estas
circunstancias influyen sobre la producción literaria de este periodo. La literatura
está siempre bajo sospecha y la capacidad creativa de los autores se ve
seriamente limitada. Abundan las obras de carácter propagandístico y la industria
editorial es muy débil. No debemos olvidar que muchos autores continúan su obra
en el exilio (novelistas como Max Aub, Francisco Ayala o Ramón J. Sender). Por
su parte, los jóvenes escritores carecen de puntos de referencia al haber
desaparecido toda la tradición anterior.
En cuanto a la poesía
de los años 40, además de obras de carácter panfletario, puede
hablarse, en primer lugar, de una poesía arraigada, de formas clásicas y temas
tradicionales, que expresa un sentimiento de conformidad con el mundo; en segundo
lugar, nos encontramos ante la llamada poesía desarraigada (que representan obras como
Sombra
del paraíso, de Vicente
Aleixandre, o Hijos de la ira, de Dámaso
Alonso), que refleja un fuerte desasosiego existencial y apunta los
primeros indicios de protesta social y política. Hacia 1955 se consolida el realismo social. De esa fecha son dos libros de
poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. En ellos, ambos poetas
superan su anterior etapa de angustia existencial, para situar los problemas
humanos en un marco social.
En el teatro dominan la propaganda política y
la evasión, con géneros como la comedia burguesa al estilo de Jacinto Benavente
o la comedia lacrimógena, además del teatro de humor (en el que destacan Miguel
Mihura y Jardiel Poncela). En una línea muy distinta hay que situar el
nacimiento de un teatro grave, preocupado, inconformista, que se inserta al
principio en una corriente existencial. Dos fechas resultan claves: 1949, con el insólito estreno de Historia
de una escalera de Buero Vallejo,
y 1953, en que un teatro
universitario presenta Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre.
En la novela de los años 40 se observa la
orientación ideológica impuesta por el régimen de Franco: los valores de la
Falange, el moralismo conservador o el catolicismo tradicional son temas de
numerosas obras. Pese a todo, en estos años publican sus primeras novelas
autores que tendrán una larga y destacada trayectoria; entre ellos, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo
Torrente Ballester o Carmen Laforet.
Estos novelistas, que no disponen de modelos, tienen que buscar nuevos caminos
y esto explica que encontremos múltiples tendencias, lo que no nos permite
hablar de un grupo cohesionado o de una generación literaria (se les suele
denominar generación del 36 o de la guerra). Es apreciable el
predominio de una novela realista:
las novelas tienen intención documental, pues sus autores pretenden dar
testimonio de la realidad presente y concreta (las circunstancias del lugar y
el tiempo en que se vive); ahora bien, en esta primera década de la posguerra
no se trata de un realismo con una clara intención crítica. En ocasiones, se
seleccionan los aspectos más duros y desagradables para representar una
realidad terrible: la acción novelesca se sitúa en ambientes sórdidos y está
dominada por la violencia y la crueldad; esta tendencia recibió el nombre de tremendismo
y su obra más significativa es La familia de Pascual Duarte de
Camilo José Cela. En otros casos, lo que preocupa es la existencia concreta de
los individuos: es la llamada novela
existencial, que trata, con tono amargo y pesimista, la angustia, tristeza
y frustración de las vidas cotidianas; dentro de esta tendencia pueden situarse
La
sombra del ciprés es alargada
de Miguel Delibes o Nada de Carmen Laforet.
En la década de 1950 la novela española sigue
una clara evolución: aparece la llamada novela
social, que, manteniendo la estética realista, pretende representar la
realidad social, en ocasiones con una notable intención crítica. Junto a los
novelistas de la generación anterior, que siguen publicando sus obras (por
ejemplo, La colmena de Cela),
aparecen nuevos autores: Rafael Sánchez
Ferlosio, Juan García Hortelano,
Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute,
Carmen Martín Gaite, Juan Goytisolo, etc. El conjunto de
estos autores ha recibido la denominación de generación del medio siglo.
Finalmente, a partir de 1960 comienzan a
manifestarse signos de cansancio del realismo dominante en la novela española. Nuestros autores
tienen cada vez más en cuenta las aportaciones de los grandes novelistas extranjeros y pronto causará un fuerte impacto
la nueva novela hispanoamericana (el Boom).
Se emprende así el camino de la renovación
en la novela con la incorporación de nuevas técnicas, más o menos audaces, según
los autores. La obra que marcó el cambio de rumbo de la novela hacia la
búsqueda de experimentos narrativos fue Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos donde aúna la
denuncia y crítica social con la renovación formal en la estructura, técnica
narrativa y en el lenguaje. Por eso, esta novela provocó un revulsivo en la
narrativa española, estancada en el realismo social.
1.3. NOVELISTAS EN EL EXILIO: R. J. SENDER
En conjunto, la
prosa narrativa de los exiliados españoles –que uno de ellos, José Bergamín,
bautizó como la “España peregrina”- alcanza una dimensión enorme, pues de ella
forman parte algunos de los novelistas más importantes de la posguerra. No fue
conocida en España a su debido tiempo y solamente los más famosos (Sender, Francisco Ayala, Max Aub,
Rosa Chacel…) pudieron llegar
tardíamente a los lectores del interior. Su trayectoria literaria experimenta
una radical variación desde sus comienzos, anteriores a la guerra, hasta la
evolución personal de cada uno, cuando reflejaron los nuevos ambientes y sus
circunstancias, y cuando también el tema de España acaparó buena parte de sus
novelas por medio del recuerdo, de la interpretación de la guerra o de la
recreación de la España del primer tercio del siglo XX.
R. J. SENDER, que
ya había iniciado su obra antes de la Guerra Civil (1936- 1939), completó una
abundante producción novelística en el exilio. Gran parte de ella está dedicada
a la España del primer tercio del siglo XX y a la Guerra Civil, considerada
desde perspectivas diversas. El carácter autobiográfico y la España anterior a
la guerra se aúnan en la serie de nueve novelas tituladas Crónica del alba
(1942-1966). La parábola domina en El rey y la reina (1949), novela de
orientación simbólica sobre la guerra, con preocupaciones existenciales, que
reaparecen en El verdugo afable (1952). Y también ofrece una visión de la
guerra a través de un sacerdote atormentado por el recuerdo de un feligrés
asesinado en su mejor novela Réquiem por un campesino español
(1960; publicada en 1953 con el título de Mosén Millán). Sender cultivó además
la novela histórica en La aventura equinoccial de Lope de Aguirre
(1964); y entre sus obras de ambientación americana sobresale Epitalamio
del prieto Trinidad (1942).
Sender desarrolla
los problemas que presenta en sus narraciones desde diferentes enfoques, que
parten de tres niveles básicos:
- El hombre individualizado, de carne y hueso, en relación vital con las cosas, primer eslabón para elevarse a planos de significado universal.
- El ser humano en su relación con los demás y con las circunstancias históricas. Su actitud revolucionaria es clara, inequívoca; manifiesta su solidaridad con las víctimas de la injusticia, con el pueblo.
- El hombre como un ser rodeado de interrogantes metafísicos o religiosos, en contacto con el misterio de su origen y finalidad, encerrado entre la vida y la muerte.
2. ESTUDIO DE RÉQUIEM POR
UN CAMPESINO ESPAÑOL
2.1. INTRODUCCIÓN
2.1.1. EL AUTOR
Ramón José Sender nació en Chalamera, Huesca en 1901. Su padre era
secretario de varios ayuntamientos de la comarca, lo que le proporcionó una
situación acomodada. Durante su infancia y juventud vivió en varios lugares
(Tauste, Reus, Zaragoza, Alcañiz) y en 1919 va a Madrid a estudiar Derecho.
Falto de recursos, vuelve con su familia que entonces vivía en Huesca, donde
trabaja de redactor en un periódico local. En 1921 vuelve a Madrid donde
trabaja de mancebo en una farmacia y se vuelve a matricular en la
universidad. Cumple el servicio militar en Marruecos. Todos estos viajes
influyeron en su obra, que refleja ambientes tanto urbanos como rurales, así
como sus experiencias en África. De vuelta a Madrid, trabaja como redactor en
"El Sol". En 1927 es detenido por actividades contra la Dictadura
de Primo de Rivera. En 1934 se casa con Amparo Barayón, que es ejecutada
durante la guerra, con quien tuvo dos hijos. De ideario libertario, durante
la Guerra Civil luchó del lado de la República, en cuyo ejército llegó a
comandante. En 1938 viajó al extranjero junto a otras figuras de la cultura
española para lograr apoyos para la causa republicana. En marzo de 1939 llega
con sus hijos a Nueva York, donde quedan sus hijos mientras él viaja a México
donde funda y dirige Ediciones Quetzal.
En 1942 vuelve a Estados Unidos con una beca "Guggenheim
Fellowship" y se instala en Santa Fe, NM. Al año siguiente se casa con
Florence Hall. Dio lecciones en varias universidades americanas (Denver,
Colorado, Harvard, Amherst College) y en 1946 tomó la nacionalidad
estadounidense. Fue catedrático de Literatura Española en Albuquerque, NM,
desde 1947 hasta 1963, combinando sus actividades allí con cursos de verano
en otras universidades (Ohio, Puerto Rico, Washington, Michigan). En 1963 se
divorcia de Florence Hall y va a la Universidad de San Diego, ciudad donde
murió en 1982.
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2.1.2. ARGUMENTO DE LA OBRA
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Mosén Millán se dispone a ofrecer una misa de réquiem
en recuerdo del alma de un joven, Paco el del molino (lo llamaban así porque
su familia poseía un viejo molino, que ya no molía, usado para almacenar
grano), al que quiso como a un hijo. De esta manera Mosén Millán quiere
subsanar, simbólicamente, el irreparable daño que causó a Paco cuando,
tratando de demostrarse a sí mismo su honestidad y entereza, prometió al
joven, refugiado en el monte los primeros días del levantamiento, la
protección de la ley si abandonaba su escondite, revelado después por él a
los falangistas, a cambio de un juicio justo para Paco. El sacerdote y su
feligrés fueron engañados, las promesas no se cumplieron y la acción de Mosén
Millán no sirvió sino para entregarlo a sus ejecutores. Paco fue asesinado en
el camposanto, junto con otros dos campesinos.
Un
año después de su muerte, Mosén Millán, mientras aguardaba a los asistentes a
la misa, reconstruía los hechos que habían conducido a Paco a ese trágico
final:
El
templo aún estaba vacío, las campanas llamaban al pueblo para la misa de
réquiem. Mosén Millán preguntaba de cuando en cuando al monaguillo si había
llegado alguien, el monaguillo iba y venía de la sacristía al presbiterio
pensando en Paco y canturreando un romance que la gente sacó después de su
muerte; él se sabía algunos trozos. Poco a poco van acudiendo los ricos del
lugar: Don Valeriano, Don Gumersindo, los cuales habían tenido mucho que ver
con la muerte de Paco, y el Señor Cástulo, de cuyos sentimientos nadie podía
estar seguro. Los tres habían querido pagar la misa, pero Mosén Millán se
negó a aceptar ese ofrecimiento. Tras esto, el silencio volvía a la sacristía
y Mosén Millán, que hacía que rezaba para no ser molestado, recordaba
momentos de la vida de Paco, con quien estuvo tan unido.
Paco
fue bautizado por Mosén Millán y, de niño, participó en las actividades del
calendario cristiano como monaguillo. Cuando Paco tenía ocho años, fue con
Mosén Millán a casa de un moribundo, que habitaba en una cueva en el carasol,
a darle la extremaunción. El carasol era un lugar de las afueras del pueblo,
donde la gente vivía en cuevas abiertas en la base de una cortina de rocas,
que daban al mediodía; era un lugar caliente en invierno y fresco en verano;
allí iban las mujeres más pobres y cosían y charlaban de lo que sucedía.
Aquel hombre en medio de la mayor miseria impresionó a Paco. Al salir, Paco
formuló a Mosén Millán embarazosas preguntas, que éste no pudo contestar. Esa
visita influyó mucho en el futuro de Paco. Durante días se habló en el
carasol de la piedad de Paco y de la negativa de Mosén Millán a darles ayuda,
todo muy exagerado por la Jerónima, una vieja solterona, muy supersticiosa y
locuaz, que era la alegría del carasol por sus bufonadas, juramentos,
amenazas, dichos y blasfemias, por lo que no se llevaba muy bien con Mosén
Millán.
Ya
mozo, Paco supo que las cinco aldeas de la región tenían que pagar tributo
por el uso de unas tierras de pastos, pertenecientes a un duque absentista,
cuyo administrador era Don Valeriano, y eso Paco no lo veía justo.
La
evolución política y social del país estaba cambiando. El zapatero, ni amigo
ni enemigo de nadie, lo que según él le hacía neutral, y al que le gustaba
hablar mucho y a la ligera -en eso se parecía enormemente a la Jerónima-,
repetía constantemente: "en Madrid pintan bastos",
aludiendo a la huida de Alfonso XIII y a la proclamación de la II República.
La boda de Paco coincidió con estos hechos, y la suerte quiso que a éste le
hicieran concejal y que, con su sentido de la justicia y caridad, arremetiera
contra los pastos del duque, para intentar así remediar la pobreza del
carasol. Los tres ricos, asustados por el curso que tomaban los acontecimientos,
abandonaron el pueblo, mientras el resto de las gentes no acertaba a
comprender la nueva situación.
Un
día del mes de junio, la Guardia Civil del pueblo se marchó con órdenes de
concentrarse en algún lugar, donde acudían fuerzas de todo el distrito. El
pueblo entero sentía alguna amenaza en el aire. Llegó a la aldea un grupo de
señoritos falangistas -llamados en el carasol pijaitos- que
portaban pistolas. Estos forasteros lo primero que hicieron fue darle una
paliza tremenda al zapatero, al que de nada le sirvió su neutralidad. Al día
siguiente aparecieron los cadáveres de varios campesinos en la cuneta de la
carretera y los habitantes del pueblo no comprendían ni entendían nada;
estaban confundidos, no había Guardia Civil que los protegiera. Los
forasteros, el centurión y sus hombres, habían hecho alcalde a Don Valeriano
que, junto con Don Gumersindo, había vuelto hacía tiempo a la aldea muy
seguro de sí mismo. Los del pueblo, al ver a Don Valeriano y al cura juntos
con los forasteros, no sabían qué pensar. Mosén Millán protestó por los
asesinatos que se habían cometido y por no haber podido confesar antes a las
víctimas. La gente preguntaba por Paco el del molino, pero nadie sabía nada
de él. Al día siguiente, apareció muerto el zapatero en la carretera y la
gente no comprendía la razón.
Días
después, los forasteros destruyeron el carasol, matando a cuantas viejas
pudieron, pues no les convenía dejar en pie un lugar donde se desataba el
apasionado sentir popular por Paco, ya que éste había querido remediar su
pobreza. El centurión y sus hombres buscaban incesantemente a Paco, pero no
aparecía.
Fue
entonces cuando Mosén Millán fue a ver al padre de Paco para preguntar por
él. Mosén Millán era gran amigo de la familia y, para demostrar su amistad, dio
a entender que sabía dónde se encontraba Paco; así daba a entender que, si
sabía el escondite de Paco y no lo decía, él era una buena persona en la que
se podía confiar. En un momento de la conversación, el padre de Paco mencionó
el lugar donde se encontraba su hijo: las Pardinas.
Días
después, Mosén Millán, para demostrarse a sí mismo su entereza y lealtad a
Paco, dijo a Don Valeriano que sabía dónde se encontraba éste, pero que no lo
diría. Pronto el centurión se enteró e intimidó a Mosén Millán, quien terminó
confesando el paradero de Paco, con la promesa de que sería juzgado y, si era
culpable, sería encarcelado. Sólo eso. El centurión se lo prometió y juntos
fueron a convencer a Paco para que se entregase. Éste, ante las garantías que
le daba Mosén Millán, decidió entregarse, pero ambos fueron engañados y Paco
fue conducido al Camposanto junto con otros dos campesinos, para ser
fusilados. Un momento antes de la ejecución, el centurión se dio cuenta de
que los reos no se habían confesado y llamó a Mosén Millán. El último en
confesarse fue Paco quien, nervioso ante su muerte, decía desesperado: "¿Por
qué me matan? ¿Qué he hecho yo?" Mosén Millán, impasible, se
limitó a escucharle y administrarle los sacramentos, pero no hizo nada por
salvar a Paco. Una vez confesados, los tres reos fueron puestos en el
paredón. A la primera descarga cayeron los dos campesinos y Paco, malherido,
corría mientras gritaba enloquecido a Mosén Millán, pidiéndole ayuda. Dos de
los forasteros lo cogieron y lo llevaron otra vez al paredón. Se oyeron tres
descargas, luego un silencio roto por los susurros de Paco: "Mosén
Millán..., Mosén Millán, él me denunció".
Un
año después, Mosén Millán recordaba todo esto cuando en la iglesia, en la que
sólo estaban Don Valeriano, Don Gumersindo, y el Señor Cástulo, se disponía a
decir una misa de réquiem por el alma de Paco el del molino
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2. 2. TEMAS DE LA OBRA
2.2.1. TEMA PRINCIPAL
El tema principal
de Réquiem… es el conflicto social
que provoca la tragedia de Paco y la angustia expectante del cura.
2.2.2. OTROS TEMAS
Una línea temática
vinculada con elementos trascendentes sirve de soporte a la novela. El sentido
de la justicia, la búsqueda de la dignidad, la culpa y su expiación, la
expresión de la esencia del ser humano y su relación con las circunstancias son
algunos de los temas.
Aparecen tres niveles temáticos:
- Social- de proyección al exterior, presenta una síntesis de los conflictos sociales de la España rural.
- Religioso- es un tema externo también. Es el papel histórico de la Iglesia, su inercia ante urgentes problemas.
- Humano- es un tema interior, de la conciencia de Mosén Millán.
Estos planos se
entrecruzan y funden en una compacta unidad temática y estructural, lograda a través
del relato de la vida de Paco y el recuerdo de su tragedia, siempre presente en
la conciencia y acciones de todos los personajes.
2.2.3. TEMAS DE FONDO
v La
tragedia de un pueblecito aragonés, situado en la raya de Lérida, pobre y
agrícola, en el que repercuten los cambios políticos y sociales de un momento
del país que va desde la caída de Alfonso XIII y la proclamación de la II
República, hasta poco después de iniciarse la Guerra Civil. Los hechos
transcurren dentro del ámbito de la Iglesia Católica española, representada por
Mosén Millán, y en la que nace, se casa, vive y muere Paco el del molino,
asesinado los primeros días del levantamiento, por falangistas, al oponerse a
unas circunstancias económicas, políticas y sociales que consideraba injustas.
v La
pobreza de un pueblo agrícola. Esta idea viene respaldada por el siguiente
párrafo –tomado de la boda de Paco-:
"Las esposas protestaban y los campesinos
decían, riendo, que había que emborrachar las camisas para darlas después a los
pobres. Con esta expresión -darlas a los pobres- se hacían la idea de que ellos
no lo eran."
v El
absentismo de los grandes terratenientes. Cobraban los arriendos, sin tener en
cuenta el estado de los pastos o de las cosechas, imposibilitando así el
desarrollo agrícola y ganadero.
v La
importancia del catolicismo, y de la religión en sí, en los ambientes rurales.
v La
necesidad y el anhelo de un cambio de las estructuras sociales y políticas, así
como de la mejor repartición de la riqueza.
v Los
asesinatos y los horrores de la guerra civil española, que el mismo autor
sufrió.
La novela funciona
como un esquema de toda nuestra Guerra Civil. Las condiciones de una gran parte
de la sociedad española en el primer tercio del siglo XX eran lamentables:
miseria y hambre extendidas; un sistema
público sanitario deficitario y una población mayoritariamente analfabeta
dibujan un panorama crítico. En el mundo rural seguía imperando el régimen de
los señoritos: la aristocracia (en el libro el
duque), avalada por los caciques (don
Valeriano en el libro), se resistía a renunciar a sus privilegios y a
cualquier intento de cambio. Contaba además con dos poderosos aliados: las
fuerzas de orden público y la Iglesia como defensora del orden moral.
Los campesinos
estaban disconformes con este orden de cosas, pero no podían hacer más que
lamentarse. La primera charla que Paco tuvo como adulto con su padre trataba
este tema:
“Un día tuvieron una conversación sobre materia tan
importante como los arrendamientos de pastos en el monte y lo que estos
arrendamientos les costaban. Pagaban cada año una suma regular a un viejo duque
que nunca había estado en la aldea y que percibía aquellas rentas de los
campesinos de cinco pueblos vecinos. Paco creía que aquello no era cabal.”
Por eso, cuando en
la aldea de Paco ganan los concejales republicanos, su primer objetivo es
librarse del pago de los arrendamientos. Cuando los terratenientes se dan
cuenta de que por la legalidad no van a poder mantener sus privilegios, eligen
otro camino: el pronunciamiento militar contra el sistema democrático. En el
pueblo de Paco la rebelión se saldó rápido. En menos de quince días devolvieron
los montes al duque, nombraron alcalde a don Valeriano y mataron a sangre fría
a todos los que creyeron adeptos a la República. En el resto de España el
proceso duró tres años y costó cientos de miles de muertos.
v
El silencio obligado ante una imposición de fuerza y de ideología.
2.3. ESTRUCTURA DE LA OBRA
2.3.1. ORGANIZACIÓN DE LA HISTORIA
La estructura de la
obra es cerrada, pues muere Paco "el del Molino" y la narración
termina con la misa de réquiem. Las secuencias narrativas se alternan,
ofreciendo acciones presentes y pasadas en paralelo. Se combina esta forma de
encadenamiento con la sucesión
cronológica invertida o estructura in extremas res (desde
los últimos episodios de la vida de Paco hacia los primeros). El presente que
se utiliza como marco de referencia es la media hora anterior a la misa de
réquiem que Mosén Millán va a celebrar por Paco. Sirve de hilo conductor el Romance
de Paco, canción que relata la historia del protagonista y cuyos fragmentos
dan paso a las diversas secuencias de su vida. La coherencia en el
encadenamiento de las acciones se consigue también gracias a los actos
litúrgicos relacionados con la vida del joven: bautizo, comunión, boda y,
evidentemente, funeral.
2.3.2. ESTRUCTURA INTERNA
La novela está
organizada de manera que es indispensable diferenciar las escenas del presente
de las escenas del pasado.
Ø Las escenas del presente se refieren a Mosén
Millán en la sacristía para oficiar la misa de réquiem por Paco el del Molino.
Al margen del cura y del monaguillo, en estas escenas solo aparecen don
Valeriano, don Gumersindo y el señor Cástulo, además del potro de Paco. En
cambio, no veremos a los familiares ni amigos de Paco.
Dentro de las
escenas del presente distinguiremos varios núcleos significativos importantes:
1. La
primera secuencia. Es la más extensa y significativa de las del tiempo
presente. En ella aparecen ya esbozados todos los elementos de la novela, sus
protagonistas, sus conflictos y sus actitudes. Se podría decir que es una
síntesis de la historia. Conviene resaltar dos aspectos:
1.1.
El
juego de oposiciones y contrastes entre la Iglesia y el pueblo, tal como se
representa en la siguiente tabla:
IGLESIA
|
PUEBLO
|
|
PROTAGONISTAS
|
Mosén Millán, vivo, en actitud de espera.
|
Recuerdo de Paco muerto mediante la
presencia del potro.
|
PERSONAJES
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Las familias ricas del pueblo, enemigas
de Paco.
|
Los familiares de Paco, el zapatero, y
toda la aldea amiga de Paco.
|
ESPACIOS
|
La sacristía, lugar cerrado.
|
El huerto, lugar abierto.
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ANIMALES
|
Saltamontes atrapado.
|
Potro suelto por el pueblo.
|
1.2.
El
retrato moral y físico de Mosén Millán. El sacerdote es el centro del fragmento
y el resto de la novela lo único que hace es corroborar la impresión que nos
causa en este primer retrato. Destaca:
o
Su
actitud pasiva y estática a través de la repetición del verbo “esperar”. A este
verbo se suman algunas ligeras notas sobre su postura o su actitud: “sentado con la cabeza inclinada”, “con la cabeza apoyada”, la repetición
inquieta y nerviosa de preguntas al monaguillo: “¿Han venido los parientes? ¿Hay gente en la iglesia?”
o
Frente
al carácter pasivo y repetitivo de sus actos, sus pensamientos son vivos e
inquietos: la oposición entre pasividad e intensa vida interior define la
personalidad de Mosén Millán.
o
Físicamente
se le describe así: “Era viejo, y estaba
llegando -se decía- a esa edad en la que la sal ha perdido su sabor, como la
Biblia”.
o
También
se le describe por su pobreza: “El alba
estaba deshilachándose por el remate. Los zapatos tenían el cuero rajado por el
lugar donde se doblaban al andar”.
2. El grupo de secuencias 2-3-4. Las tres son muy
breves, pero sirven de soporte a la estructura de la novela y profundizan en la
caracterización de Mosén Millán:
“Mosén Millán cerró los ojos y esperó”
“Mosén Millán recordaba aquellos hechos y
suspiraba bajo sus ropas talares, esperando con la cabeza apoyada en el muro”
El monaguillo
percibe su inquietud, pues no deja de comentarle la ausencia de fieles en la
iglesia:
“No sé
qué pasa hoy, que no viene nadie a la iglesia, Mosén Millán”
“Todavía no viene nadie”
“Aún no ha venido nadie, Mosén Millán”
3. Secuencias 5-6-7-8. Van señalando la
aparición de tres personajes ricos del pueblo causantes del asesinato de Paco. Como en la primera escena, asistimos a una
descripción física y moral de cada uno de ellos. A partir de estas
caracterizaciones podremos entender mejor la conducta de ellos en las
secuencias del pasado.
4. En el momento en que están los cuatro personajes en la
sacristía, el monaguillo les avisa que han metido en la iglesia el potro de
Paco.
5. Última secuencia. Mientras Mosén Millán ha terminado el relato de la vida de Paco y
la novela se cierra expulsando el espíritu de Paco con el pueblo, y los
familiares deliberadamente ausentes de la iglesia, Mosén Millán sale al
presbiterio y se dispone a comenzar una misa de réquiem por el alma de Paco.
Pero los cuatro personajes saben que en realidad es un acto de expiación, un
intento de limpiar sus conciencias.
Ø Las escenas del pasado. Son ocho secuencias
que nos muestran la vida de Paco desde su nacimiento hasta su muerte. En el
relato de esta vida se pueden diferenciar dos partes. La primera comprende las
cuatro secuencias iniciales, las correspondientes a la infancia y adolescencia
de Paco. La segunda la componen las tres últimas secuencias, desde el regreso
del viaje de novios. En medio, queda la secuencia quinta (la del noviazgo y la
boda) que es de transición, pues en ella podemos encontrar elementos de ambas
partes. Vamos a ver cómo se cumple esta división:
1.
Desde el punto de vista temporal
·
El
ritmo de los acontecimientos de la primera parte de la vida de Paco es lento y
pausado. Los hechos (bautizo, comunión, visita a las cuevas, etc.) se narran
con mucho detalle y abarcan más o menos los primeros años de vida de Paco.
·
La
secuencia de transición tiene una duración de cinco años.
·
La
cronología de la segunda parte es más precisa: desde abril de 1931 a mediados
del verano de 1936. El ritmo de los acontecimientos se va haciendo cada vez más
rápido hasta precipitarse hacia el final.
En ningún momento
se nos dice la edad que tenía Paco, pero hay alusiones a dos fechas históricas
que nos pueden dar una idea:
o
El
domingo siguiente a la vuelta del viaje de novios se celebraron las elecciones
que dieron paso a la Segunda República. Ese domingo fue el 12 de abril de 1931.
o
En
un mes de julio se marcha la Guardia Civil del pueblo y llegan los señoritos de
la ciudad. Estamos en 1936.
Así pues, podemos
fechar la muerte de Paco y la misa de réquiem. Entre la llegada de los
forasteros y la muerte de Paco transcurren dos semanas, pues cuando le conducen
al pueblo atado “llevaba barba de quince
días” y aquella misma noche lo fusilaron. Durante la confesión se señala
que “lejos, en el pueblo se oían ladrar
perros y sonaba una campana. Desde hacía dos semanas no se oían sino aquella
campana día y noche”. Paco muere, pues, a primeros de agosto de 1936 y a
primeros de agosto de 1937 Mosén Millán
oficia la misa de réquiem.
2. Desde el punto de vista de las costumbre aldeanas
La primera parte de
la novela es una visión casi idílica de la vida en la comunidad rural, alegre y
feliz, en la que las celebraciones profanas y religiosas se van sucediendo sin
notas discordantes: la alegre descripción del bautizo, el baño desnudo en el
estanque, las rondallas por las calles… Sólo algunos acontecimientos crudos
cuestionan la felicidad de la comunidad.
Sin
embargo, ese mundo feliz se verá interrumpido en la segunda parte del libro. Se
produce la “vuelta a la tortilla” que el señor Cástulo anuncia nada más llegar
Paco de su viaje de novios. En este sentido, la secuencia seis es de tanteos,
mientras que a partir de la secuencia siete, el carácter idílico de la primera
parte se sustituye claramente por un clima de violencia, miedo y muerte:
“lo primero que hicieron fue dar una paliza
de muerte al zapatero”
“…
luego mataron a seis campesinos”
“…el pueblo estaba asustado y nadie sabía qué
hacer”
2.4. TÉCNICAS NARRATIVAS
Réquiem… conjuga técnicas novelescas tradicionales
con otras de carácter más innovador. Observemos algunas de ellas:
2.4.1.
LOS NARRADORES
No
hay un único narrador en la novela, sino varios. Podemos clasificarlos
atendiendo a la estructura:
- De las secuencias del presente. Las secuencias del presente están narradas en tercera persona por un narrador observador, que va describiendo “objetivamente”, como si fuera un fotógrafo, el espacio físico en el que se desarrolla la novela y el carácter de los personajes. Sin embargo, en algunas ocasiones, actúa como un narrador omnisciente, relatando lo que sienten o piensan los personajes.
- De las secuencias del pasado. Aparentemente, el sacerdote es el narrador de las secuencias del pasado. Casi todos los enunciados están introducidos por la expresión “Mosén Millán recordaba…”, pero se trata en realidad de un narrador omnisciente, puesto que cuenta anécdotas que Mosén Millán no podía conocer en todos sus detalles, como las travesuras de los monaguillos en el desván de la iglesia, e incluso, en algunas ocasiones introduce el pensamiento de Paco: “Paco estaba cavilando y supuso que debía referirse a la relación entre hombres y mujeres”.
- El romance del monaguillo. Adquiere un especial interés dentro de la complejidad narrativa de la obra. Tiene tres funciones diferentes:
- Desde el punto de vista narrativo, de trata de un tercer narrador de las secuencias del pasado, que actúa de divulgador.
- En cuanto a las escenas del presente, el monaguillo ejerce la misión de testigo veraz de los hechos, al delimitar lo que hay de leyenda y de verosimilitud en el relato.
“Eso de llorar no era verdad, porque el
monaguillo vio a Paco y no lloraba”
“El Romance hablaba luego de otros reos que murieron
también entonces, pero el monaguillo no se acordaba de los nombres. Todos
habían sido asesinados en aquellos mismos días. Aunque el romance no decía eso,
sino ejecutados”
- Por último, el romance simboliza, igual que el potro, la permanencia de Paco y de su ejemplo. La muerte de Paco se ha convertido en una leyenda que, por otra parte, es peligroso recordar.
2.4.2.
EL ESPACIO
La novela se ubica en un pequeño
pueblo español del Alto Aragón, un pueblecito que indudablemente tiene una
proyección nacional y en el que se reflejan pueblos y ciudades que se vieron
envueltos en los acontecimientos que se narran.
En la novela apenas
hay descripciones y, las que hay, se integran en la narración para potenciar la
tensión de la historia. Los dos únicos lugares que se describen detenidamente
son la sacristía, símbolo del mundo en que vive Mosén Millán y la cueva de las
afueras (lugar que marcará el destino posterior de Paco). Aparte de estos
lugares, a Sender le parecen suficientes unos pocos adjetivos para la
descripción del carasol, el lavadero, la casa de la novia, etc.
2.4.3.
EL TIEMPO
La acción se desarrolla en una época
imprecisa, un año después de la muerte de Paco el del Molino. Algunas
referencias -la huida del rey (Alfonso XIII) y la bandera tricolor- sitúan la
acción en la Segunda República (14 de abril de 1931).
2.5.- LOS PERSONAJES
Paco
el del Molino
Es un personaje
central en la novela. Su presencia no es física, ya que la novela está narrada
un año después de su muerte, y por lo tanto está visto a través de la mente de
Mosén Millán, que revisa la vida de su feligrés mediante del recuerdo de la
imposición de los sacramentos desde su bautizo hasta su muerte
Paco representa
idealizadamente al pueblo español, respetuoso con las tradiciones de sus
mayores, sincero, valiente, decidido, y con fuerte sentido de la justicia. Un
hecho decisivo en la vida de Paco fue cuando acompañó a Mosén Millán a las
cuevas[1]
para administrar la extremaunción a un enfermo. Esta experiencia determinará su
actitud posterior.
En Paco se resume
la dignidad del pueblo español que no se somete al poder arbitrario (el duque),
ni a la hipocresía (los ricos del pueblo), ni a otros intereses como los de
Mosén Millán.
Su psicología es
sencilla, son pocas las ideas fundamentales que lo mueven a actuar. Sin
proponérselo, se convierte en la esperanza del pueblo. Aunque actúa como un
líder político, no lo es, porque huye de la dialéctica; no es capaz de grandes
discursos. Es simplemente un hombre de acción.
Y es también una
víctima, que muere por la dignificación individual y colectiva. Su muerte tiene
semejanzas con la de Jesucristo: como éste, Paco muere con dos compañeros;
además en la novela se emplea el término “centurión”
para designar al encargado de ejecutarlo; ambos, en fin, “son culpables de inocencia y sinceridad” (en palabras del autor),
que lo conducen, más que a la muerte, al sacrificio.
Mosén
Millán
Es el personaje
clave de la novela utilizado por Sender como hilo conductor entre el pasado y
el presente.
Es una personalidad
mucho más compleja que la de Paco. Es un alma atormentada, llena de
remordimientos (él delata a Paco). Se muestra vacilante e indeciso en todo
momento. Uno de los rasgos más significativos de su personalidad es su
aceptación del orden social establecido aunque sea injusto. Mosén Millán es,
ante todo, víctima de las circunstancias: los esquemas religiosos y sociales lo
atrapan. El cura no sabe discernir entre ellos y el deber de hombre vinculado a
sus feligreses. Su único recurso es predicar “resignación y conformidad”. Y la única rebelión visible es su
negativa a que los poderosos paguen la misa de réquiem. Sender dice de él: “es
la inercia de la historia y el peso de esa historia”. Es el resultado de una
sociedad en crisis y lo ve todo desde una posición religiosa dogmática.
Representa la inercia de la Iglesia.
El párroco es un
buen hombre ligado a su ministerio por una fe sencilla, ritual y cotidiana.
Acata por la costumbre tradicional los poderes establecidos y a los poderosos,
identificándolos con el bien y la sociedad. No se siente con fuerzas ni tampoco
cree que su misión sea ayudar a arreglar el pequeño trozo de tierra en que vive.
Considera irrespetuosa la postura de los campesinos, al querer convertir en
comunales los pastos. Su único pecado de acto es confiar demasiado en los
hombres poderosos y poco en los humildes. Se dará cuenta de su error demasiado
tarde y entonces su mundo se tambalea: la fe en una futura justicia divina será
su consuelo.
Ejerce
una paternidad psicológica en la comunidad –sobre todo en Paco- que es el
blanco de los sarcasmos de la Jerónima. A pesar de ser un padre psicológico
para Paco, hay ciertas grietas en su relación, señaladas por la visita a la
cueva y por el baño en el lavadero ante las mujeres, que simboliza el bautizo
erótico. Pero, a pesar de estas diferencias no se produce una ruptura total
entre los dos personajes.
Don
Valeriano, don Gumersindo y Cástulo Pérez
Es un triunvirato que representa el
poder económico en el pueblo. Enemigos de Paco, son los inductores de su
asesinato, acto que refuerza su unión.
A don Gumersindo lo presenta Sender con
breves pinceladas:
·
un
comentario sobre sus botas “no había en
la aldea otras botas como aquellas…” (índice de poderío)
·
su
carácter arrogante “siempre hablando de
su propia bondad… y de la gente desagradecida que le devolvía mal por bien…”
Don Valeriano es el
administrador del duque. Sender lo caracteriza así: “Tenía la frente estrecha y los ojos huidizos…”. Y asiste a la misa
porque “hay que olvidar”.
Cástulo Pérez es el
tercer poderoso del pueblo, que no llega al rango de los anteriores, ya que no recibe el título
de don. De él se dice que “…jugaba con
dos barajas…” y que “…un año antes se
reía de los crímenes del carasol…”.
La noticia de que
el rey había huido es tremenda para Gumersindo y Valeriano, que se ocultan;
Cástulo, en cambio, empieza a jugar con dos barajas.
La
Jerónima y el carasol
Es una mujer
“abrujada”, símbolo de una cultura ancestral, pagana y vitalista. En ocasiones
representa el subconsciente de la aldea: en ella se personifican las raíces
biológicas más subterráneas del pueblo.
Este papel mágico, rebelde y vitalista es
visible:
- Cuando alude a los atributos masculinos del recién nacido
- Mosén Millán dice de ella que “todo lo que decía la Jerónima era extraño”
- “No me casé pero detrás de la iglesia tuve todos los hombres que quise”
- Coloca unas tijeras abiertas en cruz bajo la almohada del recién nacido.
Es un personaje
marginado, admitida en el carasol, pero rechazada en el seno de la aldea. Con
el estallido de la guerra quedará definitivamente anulada y será una sombra
alocada que merodea por la aldea.
Mosén Millán y la
Jerónima encarnan dos culturas contrapuestas en permanente tensión, tensión que
remueve los rasgos antropológicos de la novela. El cura ejerce el papel del
intelectual en una sociedad agraria y representa la cultura eclesial, mientras
que la Jerónima es el símbolo de un modo de vivir más ancestral e instintivo. Los
dos tienen su propio feudo (al que el otro nunca se acerca) en el que ofician
de sacerdote y “sacerdotisa”, con sus fieles y su público: la iglesia es el
dominio del cura y el carasol y el lavadero los de la Jerónima. Los dos
manifiestan su desdén por el espacio del otro:
“Yo también sé vivir –dice la Jerónima-. No
me casé, pero detrás de la iglesia tuve todos los hombres que se me antojaban.
Soltera, soltera, pero con la llave en la gatera”
“Pensando Mosén Millán […] en las pobres mujeres del
carasol, sentía una especie de desdén involuntario, que al mismo tiempo le
hacía avergonzarse y sentirse culpable”
Podemos observar
esta antítesis iglesia / carasol en la siguiente tabla:
IGLESIA
|
CARASOL
|
Preside Mosén Millán
|
Preside la Jerónima
|
Regida por hombres
|
Regido por mujeres
|
En el centro del pueblo
|
En las afueras del pueblo
|
Símbolo del poder establecido
|
Refugio de gente humilde y marginal
|
En momentos de decaimiento con la
Republica
|
En alza y esperanza con la República
|
Con la llegada de los forasteros se
restituye su poder
|
Los falangistas ametrallan a las mujeres
del carasol
|
El carasol, además,
desempeña una función de periódico oral en una sociedad en la que mucha gente
era analfabeta. Allí se cuenta, exageradamente casi siempre, lo que pasa en el
pueblo entre bromas, chismes y frases de doble sentido. Hasta cierto punto, ese
refugio de mujeres representa la supervivencia del poder matriarcal de tantas
comunidades antiguas.
La visión que el
autor nos da del carasol refuerza también la diferenciación en dos partes de la
novela: la alegría y el ambiente festivo de la primera parte contrasta con la
soledad y la muerte que se adueña del lugar en las páginas finales.
2.6. ESTILO
La
primera cualidad que destaca en la prosa de Sender es una sobria sencillez que
alcanza su más alto nivel de concisión, de austeridad formal en las desnudas
páginas de Réquiem. En ella lo vital
y directo se impone a lo conceptual y figurado en beneficio de la naturalidad y la transparencia expresiva. Aunque el lenguaje es sencillo, no le quita a la obra la
intensidad y conmovedora profundidad que tiene.
Como sabemos, Réquiem por un campesino español se encuadra dentro de la novela
social de posguerra. Podemos considerar unos rasgos de técnica y estilo comunes
a la novela social:
- Prioridad del contenido al que se subordinan las técnicas.
- La estructura del relato es aparentemente sencilla.
- Desnudez y concisión en las descripciones, poco abundantes y con papel funcional.
- Es propio de la novela social el personaje representativo, tomado como la síntesis de una clase o grupo (Paco el del molino simboliza a todo el pueblo).
- Técnicas derivadas del objetivismo: el novelista no aparece.
- El lenguaje adopta el estilo de crónica, desnudo y directo.
- Uso de expresiones coloquiales o vulgares (“pa`heredarla”).
- Uso de palabras populares (“hacer fuineta”, “echar roncas”, “pijaitos”)
No son muy numerosas las descripciones
de personas, y solo se encuentran algunos retratos. De Paco, pese a hacerse el
relato completo de su vida, sabemos muy poco en este sentido; algo de sus
notables atributos masculinos que recordará la Jerónima, y que llaman la
atención de las mozas de la plaza de la fuente, y determinados detalles de vestuario
en su “puesta de largo”: “los domingos en la tarde, con el pantalón
nuevo de pana, la camisa blanca y el chaleco rameado y florido, iba a jugar a
las birlas (a los bolos)”.
No es que el novelista desestime este
tipo de recursos, sino que no los necesita. Porque lo que pretende es retratar
a los personajes por sus acciones más que por sus características fisiológicas
o por su indumentaria.
Con todo, alguna descripción puede
utilizar el recurso de la aliteración
en base al fonema /r/ para hacerla más viva, más plástica: “Solo se oía un
ronquido regular, bronco y persistente, que salía del pecho del enfermo”.
Y determinadas comparaciones resultan especialmente llamativas: “Además el
enfermo tenía los pies de madera como los de los crucifijos rotos y abandonados
en el desván”.
En ocasiones se vales de sinestesias para adornar una expresión:
“La mañana del domingo se presentó fría y dorada”. Y de conocidas sinécdoques:
“No he visto como el que dice un alma
en la iglesia”.
También recurre a algunas enumeraciones que sirven para enfatizar
y dotar de mayor calibre a determinados desmanes: “Disparos por la noche,
sangre, malas pasiones, habladurías, procacidades de aquella gente forastera,
que, sin embargo, parecía educada”.
Y utiliza con frecuencia refranes, que proporcionan un tono
rural al relato: “dime de lo que presumes y te diré lo que te falta”; “al hijo de tu
vecino límpiale las narices y mételo en tu casa”; “si el cántaro da en
la piedra, o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro”; “Mala
hierba… [nunca muere]”. Alguno, de origen bíblico: “el que no
está con nosotros está en contra”.
También acudirá a las expresiones hechas, puestas en labios
del pueblo, porque forman parte de su acervo lingüístico y cultural: “pintan
bastos”; “darle la vuelta a la tortilla”; “El rey se va con la
música a otra parte”; “jugaba con dos barajas”; “otra jota
cantamos por aquí”; “los tenía bien puestos”; “zapatero a
tus zapatos”; varas de medir”.
Las palabras y expresiones procedentes del latín son numerosas. Muchas
veces puestas en boca del sacerdote; pero otras, en boca de la Jerónima:
auténticos “latinajos”. Pero hay que entender que en la época que reproduce la
novela, la misa y los demás oficios litúrgicos se decían en latín.
Por último, se sirve de algunas expresiones del catalán, algo frecuente
en zonas de lenguas en contacto: “no és nen, que és nena”. El propio
autor explica la aparición de tales vocablos: “la aldea estaba cerca
de la raya de Lérida, y los campesinos usaban a veces palabras catalanas”.
2.6.1. LA POESÍA. LA MÚSICA
Toda la
novela sigue el ritmo del romance que
el pueblo –anónimo, como debe ser- ha creado para recordar a su héroe. Un
romance puesto en boca del monaguillo, que va recordando fragmentos incompletos
del mismo a lo largo de la narración. El monaguillo ejerce así la función de
los viejos juglares. El romance alcanza la cifra de 39 versos, y resulta
incompleto. No porque deje sin terminar la historia que cuenta, sino porque ha
ido surgiendo de los labios del monaguillo de manera fragmentaria. Eso ha
motivado la pérdida de un octosílabo (que debería ser par, y por tanto con rima
asonante) entre el verso 31 y 32.
Posee un indudable sabor añejo, en las expresiones
reiterativas como “ya los llevan, ya los llevan”, “ya ventean, ya
ventean” y otras donde la forma ya
recuerda a la utilizada en el Poema de Mio Cid. Cuenta la historia de Paco
desde su prendimiento en las Pardinas hasta su muerte, aunque aquí parece
recuperar su valor temporal.
Otros dos textos poéticos están puestos en boca de
los componentes de una rondalla que va a cantar a los novios. En la primera
advertimos una vistosa cosificación
(“en los ojos de los novios relucían dos luceros”), y dos hermosas metáforas (“ella es la flor de la
ontina, y él es la flor del romero”). En la otra, que alude a la boda de
Paco y Águeda, se proporciona con un epíteto
épico un leve detalle de la novia: “Águeda, la del buen garbo”, al
estilo del que “en buen hora nasció” referido al Cid o “el de los
pies ligeros”, haciendo alusión a Aquiles.
Una coplilla
popular incompleta, interpretada por la Jerónima hace reír a las mujeres
del carasol: “El cura le dijo al ama / que se acostara a los pies”.
Se trata de una canción, como otras que se aluden,
sin anotar, a lo largo de la novela; algunas cantables y bailables (jotas
también, lógicamente), que acompañan determinados momentos felices.
En general, la música está muy presente en la obra.
El tañido de las campanas marca las pautas horarias de la novela al tiempo que
delata la ausencia de los habitantes de la pequeña aldea. Pero hay otros
momentos en que los sonidos cobran una dimensión especial, sea por su sutil
delicadeza, o por su expresiva y notoria sonoridad. Por ejemplo, al comienzo de
la obra cuando “llegaban del otro lado de los cristales rumores humildes”
o “las campanitas menores tocaban alegremente”. O más adelante,
recordando la Semana Santa: “Esas gigantescas matracas producían un rumor de
huesos agitados” o “las canciones de las beatas que sobre aquel rumor de
hierros producían un contraste muy raro”.
No es menos interesante que Paco, al empezar su
relación con Águeda da voces a las mulas para llamar su atención, y “si
aquello no bastaba, cantando”. Antes y durante la boda, las rondallas
tienen su función, especialmente en la boda, donde hay “música y baile”.
Al terminar la ceremonia, la rondalla, que está compuesta por más de quince
músicos con “guitarras, bandurrias, requintos, hierros y panderetas, […]
comenzó a tocar rabiosamente. En la torre, el cimbal más pequeño volteaba”.
Es un momento alegre, al que prestan colorido todos los instrumentos musicales
del pueblo.
Bien diferente es el momento en que, a capela, los
forasteros “cantaron un himno con el brazo levantado y la mano extendida”,
antes de llevar a Paco y a los otros dos campesinos al muro del cementerio. Y
en los minutos previos al momento definitivo, como premonición de lo que va a
ocurrir, “lejos, en el pueblo, se oían ladrar perros y sonaba una campana.
Desde hacía dos semanas no se oía aquella campana sino día y noche”.
En conclusión, podemos afirmar que la presencia de
la música no es arbitraria en Ramón J. Sender, que la utiliza como lenguaje
auxiliar en todos los momentos de la obra, tanto en los tristes como en los
felices.
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