Un
día, Mosén Millán pidió al monaguillo que le acompañara a llevar la
extremaunción a un enfermo grave. Fueron
a las afueras del pueblo, donde ya no había casas, y la gente vivía en unas
cuevas abiertas en la roca. Se entraba en ellas por un agujero rectangular que
tenía alrededor una cenefa encalada. Paco llevaba colgada del hombro una bolsa
de terciopelo donde el cura había puesto los objetos litúrgicos. Entraron
bajando la cabeza y pisando con cuidado. Había dentro dos cuartos con el suelo
de losas de piedra mal ajustadas. Estaba ya oscureciendo, en el cuarto primero
no había luz. En el segundo se veía sólo una lamparilla de aceite. Una anciana,
vestida de harapos, los recibió con un cabo de vela encendido. El techo de roca
era muy bajo, y aunque se podía estar de pie, el sacerdote bajaba la cabeza por
precaución. No había otra ventilación que la de la puerta exterior. La anciana
tenía los ojos secos y una expresión de fatiga y de espanto frío. En un rincón
había un camastro de tablas y en él estaba el enfermo. El cura no dijo nada, la
mujer tampoco. Sólo se oía un ronquido regular, bronco, persistente, que salía
del pecho del enfermo. Paco abrió la bolsa, y el sacerdote, después de ponerse la
estola, fue sacando trocitos de estopa y una pequeña vasija con aceite, y
comenzó a rezar en latín. La anciana escuchaba con la vista en el suelo y el
cabo de vela en la mano. La silueta del enfermo –que tenía el pecho muy
levantado y la cabeza muy baja– se proyectaba en el muro, y el más pequeño
movimiento del cirio hacía moverse la sombra. Descubrió el sacerdote los pies
del enfermo. Eran grandes, secos, resquebrajados. Pies de labrador. Después fue
a la cabecera. Se veía que el agonizante ponía toda la energía que le quedaba
en aquella horrible tarea de respirar. Los estertores eran más broncos y más
frecuentes. Paco veía dos o tres moscas que revoloteaban sobre la cara del
enfermo, y que a la luz tenían reflejos de metal. Millán hizo las unciones en los
ojos, en la nariz, en los pies. El enfermo no se daba cuenta. Cuando terminó el
sacerdote, dijo a la mujer: -Dios lo acoja en su seno. La anciana callaba. Le
temblaba a veces la barba, y en aquel temblor se percibía el hueso de la
mandíbula debajo de la piel. Paco seguía mirando alrededor. No había luz, ni
agua, ni fuego. Mosén Millán tenía prisa por salir, pero lo disimulaba porque
aquella prisa le parecía poco cristiana. Cuando salieron, la mujer los acompañó
hasta la puerta con el cirio encendido. No se veían por allí más muebles que
una silla desnivelada apoyada contra el muro. En el cuarto exterior, en un
rincón y en el suelo, había tres piedras ahumadas y un poco de ceniza fría. En
una estaca clavada en el muro, una chaqueta vieja. El sacerdote parecía que iba
a decir algo, pero se calló. Salieron. Era ya de noche, y en lo alto se veían
las estrellas. Paco preguntó: –¿Esa gente es pobre, Mosén Millán? –Sí, hijo.
–¿Muy pobre? –Mucho. –¿La más pobre del pueblo? –Quién sabe, pero hay cosas
peores que la pobreza. Son desgraciados por otras razones. El monaguillo veía
que el sacerdote contestaba con desgana. –¿Por qué? –preguntó. –Tienen un hijo
que podría ayudarles, pero he oído decir que está en la cárcel. –¿Ha matado a
alguno? –Yo no sé, pero no me extrañaría. Paco no podía estar callado. Caminaba
a oscuras por terreno desigual. Recordando al enfermo el monaguillo dijo: –Se
está muriendo porque no puede respirar. Y ahora nos vamos, y se queda allí
solo.
CUESTIONES:
- RESUMEN
- COMENTARIO CRÍTICO
- ANÁLISIS SINTÁCTICO GLOBAL DE LAS PARTES SUBRAYADAS.
- ANÁLISIS DE LOS PERSONAJES QUE APARECEN EN EL TEXTO.
- TÉCNICAS NARRATIVAS
- RESUMEN
El
cura, Mosén Millán, y Paco, su monaguillo, se dirigen a una casa-cueva a las
afueras del pueblo para darle la extremaunción a un anciano moribundo. La
vivienda es tremendamente pobre, sin muebles, sin ventilación, sin luz apenas.
La mujer los recibe en silencio, y los lleva junto a su marido. El sacerdote
cumple su cometido de una manera autómata, casi impersonal, y ambos salen de la
vivienda. Pero Paco no puede dejar de preguntar a Mosén Millán sobre lo que
acaba de ver. El impacto que le produce la situación de los ancianos es tal que
no puede dejar de saciar su curiosidad, hasta que al final expresa toda su
impotencia.
- COMENTARIO CRÍTICO
2.1.
INTRODUCCIÓN
Este fragmento es muy significativo dentro de la novela, ya
que vemos a Paco en su época de monaguillo junto a Mosén Millán, en el momento
en que su conciencia de niño se conmueve ante la soledad y la miseria de un
anciano moribundo.
2.2.
TEMA
El
tema principal es el descubrimiento por parte de Paco de la pobreza de los más
desfavorecidos y su decepción ante la actitud de indiferencia del sacerdote
ante el sufrimiento de éstos.
RELACIÓN
CON LOS TEMAS DE LA OBRA: Aparecen dos niveles temáticos:
- Social- El sentido de la justicia y la búsqueda de la dignidad del ser humano.
- Religioso- El papel histórico de la Iglesia, su inercia ante urgentes problemas.
La pobreza de un pueblo
agrícola y la importancia del catolicismo, y de la religión en sí, en los
ambientes rurales.
2.3.
ESTRUCTURA
La
narración, de carácter lineal, puede dividirse fácilmente en tres partes. La
primera, el planteamiento, abarca las líneas 1-5 (hasta “…objetos litúrgicos”): Mosén Millán y Paco se dirigen hacia la
cueva. La segunda, el nudo, abarca las líneas 6-29 (hasta “…se calló”): sacerdote y monaguillo están
dentro. El desenlace abarca las líneas 30-36 (Desde “Salieron. Era ya de noche” hasta el final). El desenlace ocurre
fuera de la cueva, y no tiene que ver con la más que probable muerte del
anciano (no hay suspense alguno respecto a esto), sino con las preguntas y
reflexiones de Paco.
2.4.
ACTITUD
E INTENCIONALIDAD
[ACTITUD] Existe
una crítica al papel que desempeña Mosén Millán como representante de la
Iglesia. Paco descubre las contradicciones del lugar donde vive y sobre todo su
decepción ante la falta de caridad cristiana del sacerdote. El
tono general del texto, en correspondencia con el ambiente que se retrata,
revela una actitud tremendamente pesimista y sombría, sin lugar para la esperanza.
[INTENCIONALIDAD] En el plano del contenido, el autor manifiesta su
solidaridad con los humildes a través del personaje de Paco, a la vez que
denuncia la pobreza y miseria
lamentables en las que se vivía en muchos pueblos de España en aquella época. Como
novela social que es, en Réquiem… se
plantean situaciones de miseria –moral, física y económica- que el autor
intenta delatar para que no se enquisten por más tiempo. En
el plano de la expresión, se observa la preocupación formal propia del texto
literario, la intención por parte de su autor de desplegar su estilo personal. La
descripción impresionista de la cueva y sus habitantes y la presencia de adjetivos
con una función valorativa (“La
anciana tenía los ojos secos y una expresión de fatiga y de espanto frío desquiciada”), entre otros rasgos de estilo, nos permiten
constatar que en el texto existe una intención estética por
parte de su autor asociada a la función poética del lenguaje.
2.5.
TIPO
DE TEXTO
[GÉNERO] La
tipología del texto viene determinada, en primer lugar, por el género literario
a que pertenece: estamos ante el fragmento de una novela, así que el texto se
ajusta a las características propias de este género.
[MODO
DE ELOCUCIÓN] Es un relato lineal presentado desde el
punto de vista de un narrador externo. Sin embargo, tienen un peso esencial
otras tipologías textuales. Por un lado, la descripción de la cueva y de los
ancianos que la habitan. La descripción es bastante minuciosa, y en algún
momento concreto es simbólica: las moscas a la luz tienen reflejos de metal. El narrador describe la estancia a través de los
ojos de Paco, a medida que entra y sale de los cuartos. Este hecho refuerza la
percepción de que él es el auténtico protagonista del relato. Por otro lado,
tenemos el revelador diálogo entre cura y monaguillo. Picado por la curiosidad,
Paco pregunta, casi obsesivamente: ¿Esa
gente es pobre?, ¿Muy pobre?, ¿La más pobre del mundo?, ¿Por qué? Mosén
Millán responde al complicado “interrogatorio” con desgana según ve el propio
monaguillo. Éste empieza y acaba el diálogo con la triste reflexión final, lo
que vuelve a evidenciar su protagonismo.
2.6.
VALORACIÓN
PERSONAL
Como sabemos, Sender
desarrolla en sus novelas claras preocupaciones sociales y políticas. Su
actitud revolucionaria es clara e inequívoca y la expresa a través de la
solidaridad con el pueblo. Pero también le interesa el ser humano en relación
vital con las cosas, con sus semejantes y con las circunstancias históricas. Es
fácil identificarse con el sentimiento de impotencia que siente Paco el del
Molino, ante el panorama desolador que presencia en las cuevas, y sentir, como
él, una sensación de malestar e indignación. Es fácil también sentir repulsa
hacia la postura de indiferencia que adopta el sacerdote, su aceptación del
orden social establecido. La detallada descripción del ambiente sórdido en el
que se desarrolla esta escena consigue impresionar a los lectores y hacernos
reflexionar sobre las humillantes condiciones de vida en la que viven los
ancianos de las cuevas, verdaderas víctimas de la injusticia. Sender consigue
conmovernos a través de la ternura que despierta en nosotros la figura
candorosa del niño que no comprende lo que ve, ni comprende la falta de
sensibilidad que demuestra el sacerdote hacia los paupérrimos ancianos.
Por último, debo decir que
la lectura de este fragmento me ha hecho reflexionar sobre la situación de
extrema pobreza que aún se vive en muchos lugares del planeta, especialmente en
el mundo rural, y las desigualdades sociales que siguen existiendo en la
sociedad actual. Por ello, los temas que plantea Sender en este texto y en la
obra siguen teniendo vigencia, desgraciadamente, y es más necesario que nunca
su mensaje de denuncia y su llamada a la solidaridad.
ANÁLISIS
DE LOS PERSONAJES
Ha
quedado claro que el personaje principal es Paco, a pesar de que no haya una descripción explícita de él. Como
niño que es, siente enorme curiosidad respecto a todo: “seguía mirando alrededor”; sugiere que veía y se fijaba, y no
durante un momento, sino durante todo el tiempo. Las preguntas sobre la pobreza
obedecen a la misma curiosidad infantil, lo mismo que la ligera inclinación
hacia lo cruento y morboso: “¿Ha matado a
alguno?” Pero la reflexión final demuestra la madurez de quien ha aprendido
una valiosa lección.
Mosén Millán,
aunque por la novela sabemos que quería a Paco como a un hijo, no parece
cumplir el estereotipo de mentor; si bien responde a las dudas del monaguillo, no lo hace de buena gana. Su
comportamiento es muy profesional: después de ponerse la estola, fue sacando
trocitos de estopa y una pequeña vasija con aceite, y comenzó a rezar en latín, hizo
las unciones en los ojos, la nariz, los pies. Pero, aunque proporciona la
extremaunción, no proporciona ningún consuelo. El cura no dijo nada ni un saludo. Y solamente una escueta frase al
terminar: Dios lo acoja en su seno. Podríamos
darle el beneficio de la duda, pero el texto más adelante nos dice que tenía
prisa por salir, pero lo disimulaba. Y más adelante: El sacerdote parecía ir a decir algo, pero
se calló. El sacerdote, desde luego, aunque entiende mejor que su
monaguillo el mundo (hay cosas peores que
la pobreza), parece haber perdido la sensibilidad. Y la fe en los demás: no sé, pero no me extrañaría. Es el
niño, y no él, quien se convierte en referente moral de la obra.
Respecto
a los ancianos, estos ofrecen una
imagen pavorosa. Por encima de sus harapos
o de su deterioro físico (le temblaba la
barba, y en aquel temblor se percibía el hueso de la mandíbula debajo de la
piel), el prolongado silencio de la mujer es su mayor característica. El
anciano es un personaje totalmente destruido. Sus pies revelan una vida dura
entregada al trabajo: Eran grandes,
secos, resquebrajados. Pies de labrador. Su postura en el camastro (pecho levantado, cabeza baja, ) revela
sus dificultades para respirar, pero también lo indignante de su situación; la
imagen se hace más esperpéntica todavía con las dos o tres moscas que revoloteaban
sobre la cara del enfermo. La soledad y fragilidad de ambos se acentúa por ese
hijo que podría ayudarles, pero que… está en la cárcel.
4.
TÉCNICAS NARRATIVAS
4.1.
EL NARRADOR Y EL PUNTO DE VISTA
Vemos, en fin, un narrador
en 3ª persona, bastante neutral, ya que no “se mete” en la cabeza de sus
personajes, salvo en una ocasión donde puede observarse cierto grado de
omnisciencia: Mosén Millán tenía prisa
por salir, pero lo disimulaba porque aquella prisa le parecía poco cristiana.
Entre las funciones naturales del narrador (narrar, describir, opinar, ceder la
voz a los personajes), destaca precisamente la ausencia de valoraciones. El
autor prefiere que sea el lector quien vaya sacando sus conclusiones a partir
de lo que ven y hacen los personajes; del mismo modo, a través del estilo
directo, se refuerza la autonomía y libertad de éstos.
4.2. EL TIEMPO
En cuanto al tiempo,
conocemos por la novela que la muerte de Paco tiene lugar en 1936. Sus años de
monaguillo tendrían lugar, aproximadamente, durante los años de la dictadura de
Primo de Rivera. El texto entero es un flash back, ya que Mosén Millán
recuerda, mientras espera a los asistentes a la misa, diversos detalles de la
infancia de Paco. El día en que ocurren los hechos es impreciso, “Un día…” (1) que ya declina. Cuando los
dos personajes salen de la cueva, “caminan
a oscuras”, ya ha anochecido. Ese declinar del sol tiene algo de simbólico,
igual que se apaga la vida del anciano. El ritmo de la narración es lento, a
causa de los pasajes descriptivos, donde se congela el tiempo, y los pasajes
dialogales, donde el tiempo del relato y el tiempo del discurso se igualan. En
general, vemos que pasan muy pocas cosas en poco tiempo. El ritmo es lento y
fúnebre, igual que los hechos que se relatan. Las oraciones son más largas que
breves, así que la sintaxis también favorece la sensación de pausa, de
lentitud.
4.3.
EL ESPACIO
En cuanto al espacio, la
cueva, situada a las afueras del pueblo,
a la que se accede por un terreno
desigual, es el escenario principal. La cueva tiene dos cuartos con el suelo de losas mal ajustadas. El techo de roca es muy bajo, no hay ventilación. En el primer cuarto no hay luz, no hay más muebles que una silla desnivelada, en el rincón y en
el suelo, tres piedras ahumadas y un poco
de ceniza fría; en el muro, a modo de perchero, una estaca sostiene una chaqueta vieja. En el segundo cuarto…solo una lamparilla de aceite, y en un rincón
un camastro de tablas. No hay luz, ni agua, ni fuego. Un lugar,
en definitiva, casi inhabitable, oscuro, frío.
5.
ESTILO
Concluimos ya el
comentario. Hemos podido observar las características generales del texto:
sencillez y sobriedad en la narración, con una parte dialogada tierna y muy
reveladora, y con los detalles descriptivos precisos para transmitir
eficazmente la dolorosa realidad de la pobreza. También la sutil caracterización
de los personajes –opuestos el uno al otro– está muy lograda, en especial la
del monaguillo, cuyo descubrimiento de la pobreza más cruda, la soledad,
despierta en él un sentimiento de solidaridad que se convierte en el auténtico
motor del relato.
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