17. ECOGRAFÍA MUY HÚMEDA
(Sala de espera de una clínica. Dos mujeres
embarazadísimas —una rubia, joven y guapa, la otra morena, algo mayor y gruesa—
dan vueltas impacientes de un lado a otro.)
MORENA.- No puedo más. Me lo hago aquí mismo. Lleva
una hora la que ha entrado.
RUBIA.- Yo también estoy fatal.
MORENA.- Podían inventar algo para hacer las
ecografías sin este tormento chino del pis. ¿Tú cuánta agua has bebido?
RUBIA.- Dos litros justos.
MORENA.- ¿Dos litros? ¿Te has bebido los dos litros?
RUBIA.- Pues claro.
MORENA.- ¿De verdad te has bebido los dos litros
enteros? ¿Pero tú qué vas a tener? ¿Un niño o un pez?
RUBIA.- Lo que me dijeron... ¿Qué pasa? ¿Es malo?
MORENA.- Nada, mujer. Eres primeriza ¿no?
RUBIA.- Sí, ¿y usted?
MORENA.- ¿Yo? Ésta es la cuarta, hija.
RUBIA.- ¿Ah, sí? ¿Todas niñas?
MORENA.- No, no, digo que es la cuarta vez. Por eso
ya no me hacen tragarme los dos litros famosos. Me he tomado dos vasos y ya
estoy que se me sale, con que imagínate si me tomo los dos litros: ¡reviento!
RUBIA.- Bueno, ya queda poco. Tiene que estar a
punto de salir. ¡Huy, huy, huy! Yo creo que no llego a la puerta.
MORENA.- Oye, guapa, perdona, pero estoy yo antes.
RUBIA.- ¿Qué...? Yo tenía hora para las cinco y
media; son las seis, así que... ¿A qué hora la citaron a usted?
MORENA.- Yo llevaba ya aquí una eternidad meándome
viva cuando tú entraste, así que me toca. ¡Vamos si me toca!
RUBIA.- Mire, no quiero ponerme a discutir con
usted. Ahora cuando venga Tano lo aclaramos. Está aparcando. Fue él el que
pidió la hora.
MORENA.- ¡Y dale con la hora! Esto es una cuestión
de fuerza mayor. ¡Ya no aguanto ni un segundo más!
RUBIA.- ¿Y yo qué? ¡Yo me he tomado dos litros y
usted dos vasos! ¡Usted misma lo ha dicho!
MORENA.- ¿Y eso qué tiene que ver? Cada una tiene el
aguante que tiene, así que por mí como si te has bebido la fuente de la Cibeles. ¡Ay, ay, ay...!
RUBIA.- Ahora cuando venga Tano lo vamos a ver. Yo
he pedido hora para las cinco y media.
MORENA.- Pero ¿quién es ese Tano que lo va a
arreglar todo, si puede saberse? ¿Su marido?
RUBIA.- No, no es mi marido, pero vamos, como si lo
fuera. No podemos casarnos por un problema que tiene, pero es lo mismo.
MORENA.- ¿Y ese como marido, o primo, o lo que sea,
viene contigo a hacerte las ecografías?
RUBIA.- Pues claro que sí. Y va también a las clases
de parto sin dolor.
MORENA.- Mujer, pues vaya ganas también.
RUBIA.- En todos los libros que hemos leído pone que
el hombre tiene que estar al lado de la mujer en estos momentos difíciles. “Todo
lo que te pase a ti, me tiene que pasar a mí”, dijo.
MORENA.- ¿Y también se ha bebido los dos litros de
agua?
RUBIA.- Anda, pues claro. “Todo lo que me pase”.
MORENA.- Entonces por eso no sube. Se habrá meado en
el coche, y le dará apuro venir al hombre con todo el pantalón mojado. Anda que
también, si le digo yo a mi marido que se tiene que beber dos litros de
agua..., me lleva al psiquiátrico.
RUBIA.- Ah, no, pues Tano, no. Él encantado.
MORENA.- ¿Y también hace Tano los ejercicios de
respiración, y el jadeo, y todo eso?
RUBIA.- Sí, y la sofronización.
MORENA.- El mío se puso a hacer lo de la
sofronización una vez, con el primero, y se quedó dormido al segundo en el
suelo, roncando ahí tirado.
RUBIA.- Ah, no, Tano no es de ésos. Hasta se quería
poner la crema para las estrías.
MORENA.- Mira, si no estuviera a punto de
inundación, me mearía de la risa. ¿Pero de dónde has sacado tú un hombre así?
RUBIA.- Huy, pues eso no es todo: me hace la comida
para que no me canse cuando está en casa, que está poco, porque viaja mucho...,
y me trae el desayuno a la cama... Dice que lo único que siente es no poder
llevar el niño dentro él, y que si pudiera nos lo turnaríamos, una semana yo, y
otra él.
MORENA.- Pues hija, menuda joya. En lo único que se
parece al mío es en lo de viajar, que en lo demás...
RUBIA.- Un cielo. Cualquier cosa que le pida...
¡Uuuf!
MORENA.- (Se
sienta con cuidado.) ¡Ayayay! Pues a mí, cada vez que me ve, me dice con
una cara hasta aquí: “Estás como una vaca”. Cuando le dije que me había quedado
embarazada casi me la gano. Que cómo no había tenido cuidado, me dijo. Y el
otro día le digo yo: “Paco, ¿cómo le vamos a poner al niño?”. “Paco, como su padre”,
me dice, para no cansarse de pensar. “Pero Paco —le digo yo—, Paco se llama ya
el mayor. No se van a llamar todos nuestros hijos Paco”.
RUBIA.- Mujer, lo diría con buena intención...
MORENA.- Sí, con buena intención... Mira, hija, tú
conserva a ese Tano con bolitas de alcanfor, y átalo corto, no se te vaya a
escapar. Sólo falta que sea guapo encima.
RUBIA.- Guapo no, ¡guapísimo!
(Entra un hombre muy agitado, y con gestos de estar
conteniendo también sus ganas de ir al baño.)
MORENA.- ¡Paco!
RUBIA.- ¡Tano!
MORENA.- ¿Tano?
RUBIA.- ¿Paco?
MORENA.- ¡Este tío es Paco, mi marido!
RUBIA.- ¿Que Tano es...? ¡Ay, Dios mío! ¡Ya me lo he
hecho!
MORENA.- ¡Y yo también!
(Por debajo de los tres caen unos chorritos.)
OSCURO
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