martes, 11 de diciembre de 2012

CONTEXTO HISTÓRICO LITERARIO-LORCA



FEDERICO GARCÍA LORCA (1898 - 1936): LA CASA DE BERNARDA ALBA (1936)


1. CONTEXTO HISTÓRICO – LITERARIO


Federico García Lorca es una de las figuras más importantes de la literatura española del siglo XX. Pertenece a la llamada Generación del 27 y su obra contribuye de manera decisiva a la renovación tanto de la poesía como del teatro durante los años veinte y treinta.

1.1.       CONTEXTO HISTÓRICO

El sistema político de la Restauración se mantiene vigente a comienzos del siglo XX con el reinado de Alfonso XIII. España sigue siendo un país atrasado, de economía agrícola, pero la neutralidad durante la Primera Guerra Mundial permite cierto desarrollo económico con una incipiente industrialización. De manera progresiva se producen cambios en la sociedad española: crecimiento urbano por el éxodo rural, consolidación de la burguesía, aparición del movimiento obrero que reivindica mejoras sociales y económicas. Estas transformaciones generan problemas que el régimen político se muestra incapaz de resolver, de manera que las tensiones sociales, agravadas por el coste humano y económico que supone la guerra en Marruecos, provocan una crisis que desemboca en el golpe del general  Primo de Rivera. Se inicia, así, la dictadura (1923 - 1930). Durante algún tiempo se restablece la paz social y una política económica proteccionista e intervencionista consigue una relativa prosperidad; no obstante, también la dictadura terminará por fracasar y la crisis económica y la conflictividad social obligan a dimitir a Primo de Rivera. La monarquía no resiste durante mucho más tiempo y el 14 de abril de 1931 se proclama la segunda  República. El periodo republicano se caracteriza por su inestabilidad política: tras el bienio reformador, la victoria electoral de la derecha da paso al llamado bìenio negro; en las elecciones de 1936 triunfa el Frente Popular y el ambiente de radicalización y violencia creciente culmina con la sublevación militar del 18 de julio de 1936.  Comienza entonces la guerra civil (1936 - 1939) que pone fin a la República; tras la guerra, se establece en España el régimen del general Franco.

1.2.       CONTEXTO CULTURAL LITERARIO

Respecto a la cultura española de comienzos de siglo, se produce una intensa renovación gracias a movimientos como el Novecentismo o las vanguardias. El Novecentismo es el movimiento cultural dominante en la segunda década del siglo; destacan intelectuales como José Ortega y Gasset o Eugenio d'Ors. Los novecentistas pretenden que España siga el camino de la modernidad europea y defienden (en ensayos como La deshumanización del arte, de Ortega) un arte puro, que busque el placer estético al margen de las preocupaciones políticas o religiosas y de las emociones individuales. Sus ideas tendrán una gran influencia en la literatura española de este periodo. Por otro lado, de manera simultánea, los movimientos vanguardistas europeos penetran en nuestro país de la mano de figuras como el propio Ortega y Gasset o Ramón Gómez de la Serna. Las vanguardias defienden una ruptura total con la tradición y experimentan nuevas formas de creación artística. Movimientos como el ultraísmo (que recoge elementos de las diferentes vanguardias europeas) o el superrealismo fueron decisivos en la literatura española de estos años. Por ejemplo, en varios poetas de la Generación del 27 (el propio García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda) es notable la influencia del surrealismo.

1.2.1.  LA POESÍA

Este impulso de renovación afecta a los diferentes géneros literarios. Dentro de la poesía, sobresale Juan Ramón Jiménez, cuyo ideal de poesía pura significa la superación definitiva del Modernismo (dominante desde finales del siglo anterior) y es una referencia para los poetas que vendrán  a continuación. Precisamente, el deseo de innovación reúne a un grupo de poetas jóvenes con evidentes rasgos comunes que permiten hablar de una generación literaria: son los-poetas de la Generación del 27 (Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre). Este término alude a la participación de varios de ellos en un acto público de homenaje a Luis de Góngora, celebrado en 1927 con motivo del tercer centenario de su muerte. Los poetas del 27 siguen el ideal de la poesía pura, una poesía que busca la «belleza y en la que la inteligencia es más importante que el sentimentalismo. Con este fin, pretenden integrar la tradición y la modernidad: por un lado, proclaman su admiración por los poetas clásicos españoles y utilizan formas propias de la poesía popular; por otro lado, incorporan el lenguaje propio de la poesía vanguardista (importancia de la metáfora, búsqueda de imágenes  basadas en asociaciones sorprendentes). Pasado el tiempo, se observa el agotamiento del ideal de la poesía pura y una evolución hacia una poesía más humana, donde caben el neorromanticismo y el compromiso social y político. El final de la guerra civil supone la desaparición de la Generación del 27 como grupo literario. Por su parte, en el género novelesco también se aprecian deseos de cambio: a partir de las ideas novecentistas, autores como Gabriel Miró o Ramón Pérez de Ayala emprenden una profunda renovación de la novela española; la influencia de las vanguardias da origen a una novela concebida como un juego intelectual, en la que la trama narrativa ya no es importante (Ramón Gómez de la Sema, Benjamín Jarnés).

1.2.2.  EL TEATRO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO

En relación con el género teatral, durante el primer tercio del siglo XX conviven un teatro comercial, de éxito entre el público, y un teatro innovador, de mayores pretensiones intelectuales y artísticas. El teatro comercial viene representado por la comedia burguesa de Jacinto Benavente (Los intereses creados); este género se caracteriza por su conservadurismo estético e ideológico: se trata de obras realistas, que reflejan la ideología y la moral del público burgués y que apenas plantean una crítica intrascendente de los convencionalismos sociales. También tiene gran éxito el llamado teatro en verso, constituido por dramas históricos en verso que intentan recuperar la tradición teatral española (su autor más sobresaliente es Eduardo Marquina). Por último, no debe olvidarse el teatro cómico dirigido al público popular: a este género pertenecen los sainetes de Carlos Arniches, que recrean el ambiente castizo madrileño (no obstante, Arniches cultivó, por otra parte, un teatro con intenciones de crítica social: la tragedia grotesca, con títulos como La señorita de Trevélez), y las obras de los hermanos Álvarez Quintero, que representan un costumbrismo andaluz folclórico y superficial; otro ejemplo de este tipo de teatro es el astracán de Pedro Muñoz Seca, caracterizado por su humor disparatado (La venganza de don Mendo, parodia de los dramas históricos).

 Como se ha dicho, otros autores se apartan del teatro comercial y pretenden hacer algo nuevo. Así ocurre con la obra teatral de algunos miembros de la Generación del 98 (Unamuno, Azorín) o de Jacinto Grau. Sin duda, la figura más relevante es Ramón del Valle - Inclán, creador del esperpento (Luces de Bohemia); el esperpento ofrece una visión deformada de la realidad para mostrar sus aspectos más grotescos y absurdos con intención satírica, burlesca y paródica: Valle hace una crítica feroz de la sociedad española de la época. La ruptura estética que provocan las vanguardias también se refleja en el teatro: el teatro vanguardista abandona el realismo y se caracteriza por su naturaleza simbólica. Destacan autores como Max Aub o Alejandro Casona (quienes, tras la guerra civil, seguirán escribiendo en el exilio). De carácter muy distinto es la obra de Enrique Jardiel Poncela (Cuatro corazones con freno y marcha atrás), que propone una profunda renovación del teatro cómico por medio de un humor basado en la imaginación y la inverosimilitud. Por su parte, algunos miembros de la Generación del 27 combinan la poesía con una notable obra dramática, en la que se aprecia su espíritu innovador; es el caso, por ejemplo, de Rafael Alberti quien cultiva el teatro poético de intención filosófica (El hombre deshabitado) con el teatro político (el teatro de urgencia con fines de propaganda política durante la República y la guerra civil o, ya en el exilio, Noche de guerra en el Museo del Prado). Ahora bien, la obra teatral más importante del grupo del 27 pertenece a Federico García Lorca.

1.2.2.1.      FEDERICO GARCÍA LORCA

Federico García Loca nace en Fuentevaqueros (Granada) en 1898 en el seno de una familia acomodada. Inicia estudios universitarios, pero muy pronto muestra su inclinación artística: además de la literatura, se interesa por la música, el dibujo o el folclore. En 1919 se traslada a Madrid y se establece en la Residencia de Estudiantes, centro de la vida cultural y literaria de la época. Tras una crisis personal y creativa, en 1929 viaja a Estados Unidos y vive en Nueva York durante unos meses; más tarde pasará algún tiempo en Cuba. De regreso a España, ya en tiempos de la Segunda República, se dedica de lleno al teatro. Dirige La Barraca, una compañía de teatro ambulante; el gobierno republicano defiende la necesidad de acercar la cultura a los más humildes y Lorca piensa que el teatro puede contribuir a la educación del  pueblo. En 1936 manifiesta su apoyo al Frente Popular. Una vez comenzada la guerra civil, es asesinado en Granada. El carácter alegre y el espíritu creativo de García Lorca no pueden ocultar un profundo conflicto íntimo (posiblemente relacionado con su homosexualidad), un sentimiento de insatisfacción y angustia que no deja de reflejarse en su obra literaria, en la que el destino trágico del ser humano y la muerte son temas constantes. La poesía de García Lorca (Romancero gitano, Poeta en Nueva York) representa de forma insuperable la fusión entre tradición y renovación: el lenguaje popular propio de la poesía tradicional y el lenguaje vanguardista (es muy importante la influencia del superrealismo en alguna de sus obras)  se integran de manera armónica.

1.2.2.2.      ETAPAS EN EL TEATRO DE LORCA

El teatro de Lorca se divide en tres periodos fundamentales. En primer lugar, puede hablarse de un periodo temprano (hasta 1929). De esta primera etapa es Mariana Pineda, un drama en verso de carácter romántico sobre el sacrificio de una heroína liberal por sus ideales de amor y libertad; a continuación, Lorca se inspira en las formas populares y el teatro para títeres le sirve como modelo para componer dos farsas para guiñol (Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, Retablillo de don Cristóbal) y dos farsas para personas (sobre el tema del viejo y la niña, es decir, la diferencia de edad en el matrimonio (La zapatera prodigiosa, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín).
Más tarde, con el viaje a Estados Unidos se inicia una segunda etapa. Es la época del teatro experimental (Así que pasen cinco años, El público): se trata de obras de vanguardia, de carácter surrealista, prácticamente irrepresentables (Lorca las llama comedias imposibles).
Por último, la obra teatral de García Lorca alcanza su periodo de madurez en los años treinta, durante la República, cuando escribe sus obras más importantes y de mayor éxito comercial. Se observa un proceso de depuración hacia un teatro más sencillo: Lorca contiene su afán de experimentación y busca fórmulas dramáticas más convencionales (sin renunciar a su deseo innovador), pues llega a la conclusión de que el teatro sólo puede cumplir su finalidad social si se acerca al público. En esta época escribe dos tragedias: Bodas de sangre (sobre un amor con un destino trágico, puesto que la rivalidad familiar y las convenciones sociales lo hacen imposible) y Yerma (sobre el tema de la mujer estéril); por último, a esta etapa pertenecen también dos dramas: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores y, finalmente, La casa de Bernarda Alba (la última obra de Lorca, concluida poco antes de su muerte).

A pesar de su constante evolución, la obra dramática de Federico García Lorca mantiene una serie de características generales. Desde el punto de vista formal, su teatro nunca renuncia a la experimentación de nuevos modos de expresión que le permitan alejarse de los modelos comerciales o convencionales. Esta voluntad renovadora le hace superar la estética realista para crear un teatro poético, que manipula artísticamente la realidad y que recurre a elementos simbólicos. Respecto a su contenido, el teatro lorquiano presenta una evidente unidad temática: toda su obra plantea, de una u otra forma, el conflicto provocado por las normas sociales que frustran los anhelos de realización personal de los individuos. Este conflicto está en el origen de temas como el destino trágico o la inevitable asociación entre amor y muerte; además, explica el protagonismo femenino, dado que son las mujeres quienes mejor encarnan el sufrimiento debido al carácter represivo del orden social. Para acabar, Lorca defiende un teatro con conciencia social, pues entiende que es un instrumento de comunicación que debe servir para la educación del pueblo (me he entregado a lo dramático, que nos permite un contacto más directo con las masas); en definitiva, propone un teatro que recupere su carácter didáctico (el teatro, dice, es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la educación de un país).

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