FEDERICO
GARCÍA LORCA (1898 - 1936): LA CASA DE BERNARDA ALBA (1936)
1.
CONTEXTO HISTÓRICO – LITERARIO
Federico García
Lorca es una de las figuras más importantes de la literatura española del siglo
XX. Pertenece a la llamada Generación del 27 y su obra contribuye de manera
decisiva a la renovación tanto de la poesía como del teatro durante los años
veinte y treinta.
1.1. CONTEXTO HISTÓRICO
El sistema político
de la Restauración
se mantiene vigente a comienzos del siglo XX con el reinado de Alfonso XIII. España
sigue siendo un país atrasado, de economía agrícola, pero la neutralidad
durante la Primera Guerra
Mundial permite cierto desarrollo económico con una incipiente
industrialización. De manera progresiva se producen cambios en la sociedad
española: crecimiento urbano por el éxodo rural, consolidación de la burguesía,
aparición del movimiento obrero que reivindica mejoras sociales y económicas.
Estas transformaciones generan problemas que el régimen político se muestra
incapaz de resolver, de manera que las tensiones sociales, agravadas por el
coste humano y económico que supone la guerra en Marruecos, provocan una crisis
que desemboca en el golpe del general Primo
de Rivera. Se inicia, así, la dictadura (1923 - 1930). Durante algún tiempo se
restablece la paz social y una política económica proteccionista e
intervencionista consigue una relativa prosperidad; no obstante, también la
dictadura terminará por fracasar y la crisis económica y la conflictividad
social obligan a dimitir a Primo de Rivera. La monarquía no resiste durante
mucho más tiempo y el 14 de abril de 1931 se proclama la segunda República. El periodo republicano se
caracteriza por su inestabilidad política: tras el bienio reformador, la victoria
electoral de la derecha da paso al llamado bìenio
negro; en las elecciones de 1936 triunfa el Frente Popular y el ambiente de
radicalización y violencia creciente culmina con la sublevación militar del 18
de julio de 1936. Comienza entonces la guerra
civil (1936 - 1939) que pone fin a la República; tras la guerra, se establece en España
el régimen del general Franco.
1.2. CONTEXTO CULTURAL LITERARIO
Respecto a la
cultura española de comienzos de siglo, se produce una intensa renovación
gracias a movimientos como el Novecentismo
o las vanguardias. El Novecentismo
es el movimiento cultural dominante en la segunda década del siglo; destacan
intelectuales como José Ortega y Gasset
o Eugenio d'Ors. Los novecentistas
pretenden que España siga el camino de la modernidad europea y defienden (en
ensayos como La deshumanización del arte,
de Ortega) un arte puro, que busque el placer estético al margen de las
preocupaciones políticas o religiosas y de las emociones individuales. Sus
ideas tendrán una gran influencia en la literatura española de este periodo.
Por otro lado, de manera simultánea, los movimientos vanguardistas europeos
penetran en nuestro país de la mano de figuras como el propio Ortega y Gasset o
Ramón Gómez de la Serna.
Las vanguardias defienden una ruptura total con la tradición
y experimentan nuevas formas de creación artística. Movimientos como el ultraísmo (que recoge elementos de las
diferentes vanguardias europeas) o el superrealismo
fueron decisivos en la literatura española de estos años. Por ejemplo, en
varios poetas de la Generación
del 27 (el propio García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis
Cernuda) es notable la influencia del surrealismo.
1.2.1. LA
POESÍA
Este impulso de
renovación afecta a los diferentes géneros literarios. Dentro de la poesía, sobresale
Juan Ramón Jiménez, cuyo ideal de poesía pura significa la superación definitiva
del Modernismo (dominante desde finales del siglo anterior) y es una referencia
para los poetas que vendrán a
continuación. Precisamente, el deseo de innovación reúne a un grupo de poetas
jóvenes con evidentes rasgos comunes que permiten hablar de una generación
literaria: son los-poetas de la
Generación del 27 (Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico
García Lorca, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda,
Vicente Aleixandre). Este término alude a la participación de varios de ellos
en un acto público de homenaje a Luis de Góngora, celebrado en 1927 con motivo del
tercer centenario de su muerte. Los poetas del 27 siguen el ideal de la poesía
pura, una poesía que busca la «belleza y en la que la inteligencia es más
importante que el sentimentalismo. Con este fin, pretenden integrar la
tradición y la modernidad: por un lado, proclaman su admiración por los poetas
clásicos españoles y utilizan formas propias de la poesía popular; por otro lado,
incorporan el lenguaje propio de la poesía vanguardista (importancia de la metáfora,
búsqueda de imágenes basadas en asociaciones
sorprendentes). Pasado el tiempo, se observa el agotamiento del ideal de la
poesía pura y una evolución hacia una poesía más humana, donde caben el
neorromanticismo y el compromiso social y político. El final de la guerra civil
supone la desaparición de la
Generación del 27 como grupo literario. Por su parte, en el
género novelesco también se aprecian deseos de cambio: a partir de las ideas
novecentistas, autores como Gabriel Miró o Ramón Pérez de Ayala emprenden una
profunda renovación de la novela española; la influencia de las vanguardias da
origen a una novela concebida como un juego intelectual, en la que la trama
narrativa ya no es importante (Ramón Gómez de la Sema, Benjamín Jarnés).
1.2.2. EL TEATRO EN LA PRIMERA MITAD DEL
SIGLO
En relación con el
género teatral, durante el primer tercio del siglo XX conviven un teatro
comercial, de éxito entre el público, y un teatro innovador, de mayores pretensiones
intelectuales y artísticas. El teatro comercial viene representado por la
comedia burguesa de Jacinto Benavente (Los
intereses creados); este género se caracteriza por su conservadurismo
estético e ideológico: se trata de obras realistas, que reflejan la ideología y
la moral del público burgués y que apenas plantean una crítica intrascendente
de los convencionalismos sociales. También tiene gran éxito el llamado teatro en verso, constituido por dramas históricos
en verso que intentan recuperar la tradición teatral española (su autor más
sobresaliente es Eduardo Marquina). Por último, no debe olvidarse el teatro
cómico dirigido al público popular: a este género pertenecen los sainetes de
Carlos Arniches, que recrean el ambiente castizo madrileño (no obstante,
Arniches cultivó, por otra parte, un teatro con intenciones de crítica social:
la tragedia grotesca, con títulos como La
señorita de Trevélez), y las obras de los hermanos Álvarez Quintero, que
representan un costumbrismo andaluz folclórico y superficial; otro ejemplo de
este tipo de teatro es el astracán de
Pedro Muñoz Seca, caracterizado por su humor disparatado (La venganza de don Mendo, parodia de los dramas históricos).
Como se ha dicho, otros autores se apartan del
teatro comercial y pretenden hacer algo nuevo. Así ocurre con la obra teatral
de algunos miembros de la
Generación del 98 (Unamuno, Azorín) o de Jacinto Grau. Sin
duda, la figura más relevante es Ramón del Valle - Inclán, creador del esperpento (Luces de Bohemia); el esperpento ofrece una visión deformada de la realidad
para mostrar sus aspectos más grotescos y absurdos con intención satírica,
burlesca y paródica: Valle hace una crítica feroz de la sociedad española de la
época. La ruptura estética que provocan las vanguardias también se refleja en
el teatro: el teatro vanguardista abandona el realismo y se caracteriza por su
naturaleza simbólica. Destacan autores como Max Aub o Alejandro Casona
(quienes, tras la guerra civil, seguirán escribiendo en el exilio). De carácter
muy distinto es la obra de Enrique Jardiel Poncela (Cuatro corazones con freno y marcha atrás), que propone una
profunda renovación del teatro cómico por medio de un humor basado en la imaginación
y la inverosimilitud. Por su parte, algunos miembros de la Generación del 27 combinan
la poesía con una notable obra dramática, en la que se aprecia su espíritu
innovador; es el caso, por ejemplo, de Rafael Alberti quien cultiva el teatro
poético de intención filosófica (El
hombre deshabitado) con el teatro político (el teatro de urgencia con fines
de propaganda política durante la
República y la guerra civil o, ya en el exilio, Noche de guerra en el Museo del Prado).
Ahora bien, la obra teatral más importante del grupo del 27 pertenece a
Federico García Lorca.
1.2.2.1. FEDERICO GARCÍA LORCA
Federico García
Loca nace en Fuentevaqueros (Granada) en 1898 en el seno de una familia
acomodada. Inicia estudios universitarios, pero muy pronto muestra su
inclinación artística: además de la literatura, se interesa por la música, el
dibujo o el folclore. En 1919 se traslada a Madrid y se establece en la Residencia de
Estudiantes, centro de la vida cultural y literaria de la época. Tras una
crisis personal y creativa, en 1929 viaja a Estados Unidos y vive en Nueva York
durante unos meses; más tarde pasará algún tiempo en Cuba. De regreso a España,
ya en tiempos de la
Segunda República, se dedica de lleno al teatro. Dirige La
Barraca, una compañía de teatro ambulante; el gobierno
republicano defiende la necesidad de acercar la cultura a los más humildes y
Lorca piensa que el teatro puede contribuir a la educación del pueblo. En 1936 manifiesta su apoyo al Frente
Popular. Una vez comenzada la guerra civil, es asesinado en Granada. El
carácter alegre y el espíritu creativo de García Lorca no pueden ocultar un
profundo conflicto íntimo (posiblemente relacionado con su homosexualidad), un sentimiento
de insatisfacción y angustia que no deja de reflejarse en su obra literaria, en
la que el destino trágico del ser humano y la muerte son temas constantes. La
poesía de García Lorca (Romancero gitano,
Poeta en Nueva York) representa
de forma insuperable la fusión entre tradición y renovación: el lenguaje
popular propio de la poesía tradicional y el lenguaje vanguardista (es muy importante
la influencia del superrealismo en alguna de sus obras) se integran de manera armónica.
1.2.2.2. ETAPAS EN EL TEATRO DE LORCA
El teatro de Lorca
se divide en tres periodos fundamentales. En primer lugar, puede hablarse de un
periodo temprano (hasta 1929). De esta primera etapa es Mariana Pineda, un drama en verso de carácter romántico sobre el
sacrificio de una heroína liberal por sus ideales de amor y libertad; a
continuación, Lorca se inspira en las formas populares y el teatro para títeres
le sirve como modelo para componer dos farsas para guiñol (Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, Retablillo de don
Cristóbal) y dos farsas para personas (sobre el tema del viejo y la niña,
es decir, la diferencia de edad en el matrimonio (La zapatera prodigiosa, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín).
Más tarde, con el
viaje a Estados Unidos se inicia una segunda etapa. Es la época del teatro
experimental (Así que pasen cinco años,
El público): se trata de obras de vanguardia, de carácter surrealista,
prácticamente irrepresentables (Lorca las llama comedias imposibles).
Por último, la obra
teatral de García Lorca alcanza su periodo de madurez en los años treinta,
durante la República,
cuando escribe sus obras más importantes y de mayor éxito comercial. Se observa
un proceso de depuración hacia un teatro más sencillo: Lorca contiene su afán
de experimentación y busca fórmulas dramáticas más convencionales (sin
renunciar a su deseo innovador), pues llega a la conclusión de que el teatro sólo
puede cumplir su finalidad social si se acerca al público. En esta época
escribe dos tragedias: Bodas de sangre
(sobre un amor con un destino trágico, puesto que la rivalidad familiar y las
convenciones sociales lo hacen imposible) y Yerma
(sobre el tema de la mujer estéril); por último, a esta etapa pertenecen
también dos dramas: Doña Rosita la
soltera o el lenguaje de las flores y, finalmente, La casa de Bernarda Alba (la última obra de Lorca, concluida poco
antes de su muerte).
A pesar de su
constante evolución, la obra dramática de Federico García Lorca mantiene una
serie de características generales. Desde el punto de vista formal, su teatro
nunca renuncia a la experimentación de nuevos modos de expresión que le permitan
alejarse de los modelos comerciales o convencionales. Esta voluntad renovadora
le hace superar la estética realista para crear un teatro poético, que manipula
artísticamente la realidad y que recurre a elementos simbólicos. Respecto a su
contenido, el teatro lorquiano presenta una evidente unidad temática: toda su
obra plantea, de una u otra forma, el conflicto provocado por las normas sociales
que frustran los anhelos de realización personal de los individuos. Este
conflicto está en el origen de temas como el destino trágico o la inevitable
asociación entre amor y muerte; además, explica el protagonismo femenino, dado
que son las mujeres quienes mejor encarnan el sufrimiento debido al carácter
represivo del orden social. Para acabar, Lorca defiende un teatro con
conciencia social, pues entiende que es un instrumento de comunicación que debe
servir para la educación del pueblo (me
he entregado a lo dramático, que nos permite un contacto más directo con las
masas); en definitiva, propone un teatro que recupere su carácter didáctico
(el teatro, dice, es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la educación
de un país).
Haces un trabajo increible, bravo y muchas gracias !
ResponderEliminarinteresante
ResponderEliminarque chulo gracias por esta ayuda
ResponderEliminarMIL GRACIAS, SELECTIVIDAD MAÑANA A VER QUE TAL!
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